DIUMENGE XXI durant l’any / A / 2023

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Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

 

 

Lectura Espiritual

EL CUERPO (1)
Nada está terminado hasta que no se celebra (Lc 22, 14.19-20)                                                      

Jesús presiente que no puede quedarle mucho tiempo en este mundo. Sabe que sobre él pesan graves cargos, algunos condenados con la pena capital: la trasgresión del sábado, la blasfemia por perdonar los pecados, la acusación de magia por sus exorcismos y, como culminación, la expulsión de los mercaderes del templo. De hecho, Jesús lleva meses siendo acosado y es perceptible no sólo la animadversión del sanedrín, sino el desconcierto y hasta el descontento entre sus discípulos y en el pueblo. A Jesús no le hizo falta ninguna revelación especial para darse cuenta de que el peligro le acechaba y que se acercaba su fin. Ante esta perspectiva, convoca a sus amigos a una cena de despedida. Quiere reunirse con ellos por última vez, entregarles su testamento -verbal y gestual- y, según prescribe la tradición, comer juntos la pascua.

A partir de ahora os llamo amigos (Jn 15,15), les dice cuando por fin están todos reunidos en el cenáculo. Han ido llegando poco a poco, en pequeños grupos. Han comentado entre sí, probablemente, el carácter especial de aquella convocatoria. Porque no es igual que la pascua del año pasado, han cambiado muchas cosas. El maestro parece cansado, por ejemplo; el ambiente ya no es tan distendido: en el grupo hay infundio, murmuración… ¡Quién lo iba a decir! No mucho tiempo antes todo parecía ir de maravilla. La gente estaba contenta, con esperanza. El maestro hablaba y las muchedumbres le seguían. Había signos evidentes de la bendición de Dios: conversiones, sanaciones, sensación de novedad… Pero algo había pasado, puesto que el ambiente ya no era igual. Pues bien, es en esta circunstancia de indefinido malestar cuando el maestro les declara a sus discípulos su amistad: No os llamo siervos -les dice- os llamo amigos. ¿Por qué escoge Jesús este momento para algo así?

Los doce habían confiado en un hombre que les había puesto su vida patas arriba y que ahora iba a ser ejecutado de un modo cruento y desgarrador. No eran tan necios como para no sospechar que las cosas no iban bien, pero ni de lejos imaginaban lo que se les avecinaba. Si les hubieran dicho que aquella misma noche uno de ellos le iba a negar, que otro se iba a suicidar y que todos iban a huir -abandonándole a su suerte-, no lo habrían creído. Pero el maestro si que sabe que se acercan para él horas de angustia y que precisa de su cercanía. Si de veras son mis amigos -piensa, quiere pensar-, me seguirán hasta el final. Hasta mi último desapego. La amistad a la que les está invitando nada tiene que ver con algo infantil o meramente sentimental. La amistad verdadera es apertura al otro, es intimidad con un tú.

Ajenos y egocéntricos, los discípulos no se responsabilizan de nada; no están a ala altura de esta amistad. Tienen todavía que pasar lo suyo, y sin duda lo `pasarán, para ser dignos de una intimidad como la que el maestro les acaba de ofrecer. La vocación de amigos les queda grande, pero sin ella no se puede entender nada de lo que sucederá.

Pablo d’Ors, Biografía de la Luz