DIUMENGE XVII durant l’any / A / 2023

Llegir la Paraula de Déu

Llegir el Full Dominical

 

 

 

Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

 

 

Lectura Espiritual

LA ENTRADA
La muerte como fiesta (Mt 21,6-9)

Dentro de ti hay también una Jerusalén que se viste con sus mejores galas, preparándote para recibirte triunfalmente. Es una fiesta por tu regreso al hogar: por fin vuelves a casa, finalmente termina tu larga peregrinación. Ya has hecho lo que debías en este mundo, puedes retornar y descansar con el deber cumplido. Estás en una gala, te han puesto la alfombra roja, una muchedumbre bate las palmas las palmas y te aclama.

Jesús elige entrar en la gran ciudad montado en un asno. ¿Quién es éste, que va montado sobre una borrica? ¿Es realmente un rey? ¿Soy yo un rey? ¿He cumplido, después de todo, mis profecías, se ha realizado lo que prometía? Todo en tu interior te lo está diciendo: sí, eres tú, por fin eres tú, lo has conseguido, has llegado a la meta, todos te reconocen porque al final te has decidido a entrar en el reino de la vida.

Conocemos el desenlace de la historia y sabemos que bastan pocos días para que quienes hoy aclaman al Hijo del hombre terminen por condenarlo. Sabemos que llegar a uno mismo no es más que morir a quienes fuimos. Pocos han presentado la muerte como una fiesta, pero eso es a lo que apunta este texto. ¡Alégrate, caminante espiritual, pues vas a morir para nacer a tu verdadero yo!

Al aceptar entrar en Jerusalén como lo haría el nuevo rey, Jesús consintió que el gentío proyectara en él la imagen del hijo de David, que se ilusionaran pensando que él era el nuevo líder que encabezaría la revuelta frente al poder de ocupación. Porque muy bien podía Jesús haberse bajado del asno a las puertas de la ciudad y haber entrado a pie, como todo el mundo. Podía perfectamente haber dicho: ¡Dejaos ya de ramos y de cantos, que mi reino no es de este mundo! Algo así, sin embargo, sólo lo diría Jesús después. Él admitió explícitamente ser rey únicamente cuando era evidente que su reinado no podía ser de este mundo. Pero aun entonces -eso es lo extraordinario-, aun desnudo, burlado y martirizado, a punto de ser llevado al patíbulo, aun entonces sigue Jesús hablando de su Reino. Eso si que es fe en si mismo. Todo va a terminar mal, le queda un resquicio para salir vivo y este hombre continúa insistiendo en lo mismo que ha dicho durante los últimos años.

Pablo d’Ors, Biografía de la luz