Diumenge XIX durant l’any / A / 2017

La Paraula de Déu

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Lectura espiritual

Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? (Lc 7,44)

Jesús aparta el foco, el punto de atención, del pecado de la mujer al camino que debe recorrer Simón, y lo desestructura, como hará con los acusadores de la adúltera en el templo. Jesús establece un desvío en el fluir ordenado de los hechos, un imprevisible salto en las cosas que estimula a cuestionarse, como hace quizá también con nosotros.

“¿Ves a esta mujer?”. En el seguimiento de Jesús muchas mujeres le seguían y lo servían con sus bienes. Jesús era soberanamente indiferente al sexo de una persona, no razona nunca por categorías. Creo que también el Espíritu Santo distribuye sus dones sin tener en cuenta el sexo de las personas.

Si miramos con atención la realidad de las mujeres, esta puede constituir hoy un auténtico magisterio. “Lo que se debería pedir es que se les permitiera a las mujeres también en las instituciones eclesiásticas lo que se les permite en el monacato, que desde siempre reconoce a las mujeres la posibilidad de gobierno, predicación, enseñanza doctrinal y dirección espiritual” (Enzo Bianchi).

 Intentemos ver la cena en casa del fariseo con los ojos de ella. ¿Quién le ha hecho entrar en aquella sala con los ojos de todos rezumando desprecio? ¿Qué ha encontrado en Jesús para impulsarla a hacer gestos tan arriesgados y transgresivos? Tenía que haber una motivación muy fuerte.

Ella había entendido a Jesús tan a fondo que sabía que no la echaría. Juan y Santiago piden puestos de poder, uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús.; ella pide un puesto detrás de él, a sus pies. Ha entendido mucho más.

Había entendido el poder liberador de Jesús, que la libra de todos los encasillamientos y la restituye el nombre llamándola La que ha amado mucho.

Era fácil comprender a Jesús, pero no para los sacerdotes, los fariseos o los escribas. Era fácil comprenderlo también para las mujeres, los oprimidos y los últimos. Qué hermoso si siguiera siendo nuevamente así para nosotros hoy: ¡que los pobres nos comprendieran de inmediato! Y también las mujeres.

Otra pregunta de Jesús ilumina el relato: un hombre tenía dos deudores y perdona a los dos. “¿Quién lo amará más?”. El punto decisivo para Jesús no es, por tanto, quién es más justo frente a la ley. El problema no es quién tiene menos pecados, sino quién amará más.

“Quiero amor y no sacrificios” (profeta Oseas). Las balanzas de Dios no pesan pecados, sino el amor. Están equilibradas sobre el amor.

La alternativa, por consiguiente, es amar poco o amar mucho. Jesús alaba a la mujer por sus muchas muestras o gestos de ternura. Gestos “escandalosos”, gestos de una carga afectiva vehemente: una mujer solo se soltaba el pelo en casa, en la intimidad del amor; ahora lo hace porque tiene conocimiento de Dios, porque conoce que Dios es amor, lo conoce desde dentro y se vuelve profeta como Oseas. La mujer del perfume. La prostituta y el profeta pronuncian, juntos, la gran palabra de Dios: “Quiero amor”.

Ermes Ronchi: Las preguntas escuetas del evangelio

 

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