Diumenge V de Pasqua / B / 2018

 

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Lectura espiritual

 

¿Cómo será esto? (Lc 1,34)

Un Dios enamorado. La segunda palabra del ángel, kecharitomene, quiere decir: Dios se ha inclinado sobre ti, se ha enamorado de ti. Tú le has robado el corazón y él te ha llenado de luz. Ahora tienes un nombre nuevo: Amada-para-siempre. Tiernamente, libremente, amada sin añoranzas.

Su nombre también es nuestro nombre: buenos y menos buenos, cada uno amado para siempre. Pequeños o grandes, cada uno lleno de cielo. María no está llena de gracia porque ha respondido sí a Dios, sino porque Dios le ha dicho antes su sí. Y antes de cualquier respuesta nos dice sí a cada uno de nosotros. Cada uno lleno de gracia, amados todos como somos, por lo que somos. Para que la gracia sea gracia y no mérito o cálculo.

Santa María está llena de gracia no por ser santa, sin pecado o fiel, sino porque Dios ha venido y llamado, y ella ha abierto. De igual modo también nosotros volvemos a ser santos cada vez que abrimos la puerta a ese Dios que está esperando perennemente a la entrada del corazón. La santidad no es lucha, sino rendición (Marina Marcolini).

Hay como una forma de pasividad, un aspecto muy femenino y mariano en el comienzo de nuestra fe: acoger a un Dios que ama. “A todos los que estáis en Roma -escribe san Pablo-, amados por Dios y santos” (Rm 1,7). Santos con una santidad que no está hecha de observancias y preceptos, que precede a todos nuestros comportamientos, una santidad pre-ética, pre-moral, originaria.

Santos por ser amados: es el amor que viene, entra y santifica. Es como dejarse calentar por el sol, cargarse de luz para distribuirla después gota a gota. No es la religión la que nos hace buenos ante Dios, sino únicamente Dios; es de su acción de lo que esto depende, del amor que hace santos.

Ermes Ronchi: Las preguntas escuetas del Evangelio