DIUMENGE II d’ADVENT / A / 2022

 

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Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

 

 

Lectura Espiritual

EL DESCANSO (Mc 2,23-28)
El amor no cansa ni se cansa     
           
                                          

Todos los enfrentamientos y las guerras entre los pueblos y las personas tienen su raíz, en última instancia, en esta precedencia del sábado sobre el hombre. Conviene recordar que las leyes del camino espiritual, como de las de la organización social en general, no se promulgan para ser respetadas, sino para servir al hombre. La actitud formalista e inflexible desvela temor y esclavitud.

Por desgracia, los fariseos nunca mueren y están siempre al acecho. Viven a nuestro alrededor y se hacen fuertes entre nosotros; también dentro de nosotros. La segunda trampa de la mente es el legalismo o formalismo, que es casi siempre la principal sombra de quienes siguen un camino espiritual: quedarse en la superficie, decorar el barco, pero nunca lanzarse a la travesía.

El precepto del sábado no es otro que el de la obligatoriedad del descanso, sin el cual -es evidente- caemos en el activismo primero y, acto seguido, en el agotamiento físico y mental. Las personas que descansan pueden disfrutar del descanso y de la contemplación.

Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera (Mt 11,28-30). La espiritualidad es una fuente de descanso, una invitación a la suavidad, a la amabilidad con uno mismo y con los demás. Un trabajo espiritual que agobie está cavando su propia fosa. Sin descanso, ¡no hay posibilidad de contemplación.

La abolición del domingo en nuestra cultura occidental sólo ha servido para disparar el culto al rendimiento laboral y, como consecuencia, para destruir la convivencia familiar.

La Torá insistía en la importancia de que todo el mundo se quedara ese día en su casa. Lo hacían para que hubiera al menos una jornada a la semana en que todos se pudieran encontrar con todos y, de ese modo, pudiera construirse un hogar. Porque la cuestión no es simplemente descansar, sino hacerlo juntos, en familia, de manera que unos y otros pudieran compartir sus alegrías y sus penas. Sin convivencia no hay hogar posible.

Si no hay un día oficial de celebración, el resultado es que nunca podremos celebrar todos juntos, y no habrá tiempo para simplemente estar y ser.

El asunto, sin embargo, es más complicado, puesto que no cansa tanto el trabajo en sí, sino la ley del trabajo: si uno trabaja en lo que quiere y como quiere, su alma no se cansa; al contrario, se realiza.

En esta misma línea, el descanso obligatorio no descansa, sino que cansa más. Porque lo que cansa es lo que viene de fuera. Por eso mismo, lo que descansa no es el sábado o el domingo, ni el lunes ni el martes, sino el amor. El amor no cansa ni se cansa, el amor es el sábado que trae Jesús. Ésta es la razón por la que conviene estar muy atentos a las leyes que una comunidad se autoimpone.

¿De qué ayunos tiene nuestro cuerpo necesidad para que sea cuerpo abierto a lo que está vivo? O, lo que es lo mismo: ¿Cómo descansar? ¿Cómo cuidar el cuerpo para que sea verdaderamente el templo del ser que es? ¿Cómo cultivar-nos? Estas son las grandes preguntas religiosas. El verdadero problema religioso no es el trabajo, sino el descanso. La mente no quiere que descanses, y si no estás descansado, sino abotargado, el espíritu no puede entrar.

 Pablo d’Ors, Biografía de la luz