DOMINGO V tiempo ordinadrio / B / 2024

Leer la Palabra de Dios

Leer la Hoja Dominical

   

 

 

 

 

 


Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.


Lectura Espiritual

LA LOSA Y LAS VENDAS
Lo que amamos nunca muere (2)

Otros evangelistas no hablan de terremotos ni de losas, sino de unas vendas en el suelo y de un sudario que le había envuelto la cabeza no en suelo con los lienzos, sino enrollados en lugar aparte (Jn 20,6-7). Este detalle tan concreto -enrollado y en un sitio aparte- da credibilidad a este testimonio.

Al reparar en este sudario y en estos lienzos, Simón Pedro vio y creyó. Sólo eso: ver y creer. Pero, ¿Qué vio realmente? Ésta es la cuestión. ¿En dónde se apoyan, a fin de cuentas, dos mil años de cristianismo? ¿En un sudario enrollado, en unas vendas desperdigadas, en una cámara mortuoria con la piedra corrida? ¿Será posible que la clave de todo esté al alcance de cualquiera, pero que sólo unos pocos la puedan ver?

El sudario y las vendas, por prosaicas que sean, no son realidades insignificantes. Son la prueba física de esa historia de amor: lo que queda -materialmente hablando- del amado difunto, lo que testifica que ese hombre ha sido amado hasta el final. Las formas son el acceso al fondo: la visión del sudario y de las vendas es en verdad la visión del poder del amor.

Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos (Jn 20,9), termina diciendo este texto. Es decir, que unos pequeños signos -una venda, un sudario- es lo que abre la conciencia a la fe. La Palabra se abre gracias a los signos. Por humildes que sean. Gracias a que son humildes.

La oración contemplativa produce siempre en quien la practica este maravilloso fruto del ver y del creer. Pero es preciso sentarse a meditar, a contemplar, con la misma pasión con que corren los discípulos hacia el sepulcro de su maestro. Hemos de aproximarnos al vacío de nuestra vida con el mismo fuego con que estos testigos se acercan a su amado muerto. Y, sobre todo, hemos de aprender a ver, en los pequeños signos cotidianos -un sudario, unas vendas…-, la huella de una Presencia amorosa, tan discreta como arrolladora.

La fe es una suerte de visión, no una simple suposición intelectual. La fe es ver esperanza en la desolación. Ver y saber que lo que amas no puede morir.

Pablo d’Ors, Biografía de la Luz