VI DOMINGO tiempo ordinario / C / 2022

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Lectura Espiritual

La multiplicación (3)

Asumir lo ajeno propio

«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».  (Jn 6,1-15)

Así que el asunto del milagro está muy claro: lo primero es sentarse, recostarse, es decir, querer recibir. Luego la cosa consiste en bendecir y agradecer, en reconocer con gratitud lo que hay. Éstas don las dos actitudes que sacian el alma, hasta el punto que la desbordan: sobra pan, sobran peces, la vida es sobradamente generosa, ¡es excesiva!

Este exceso o sobreabundancia es una clara huella del Espíritu: un perfume caro es derrochado por una apasionada mujer a los pies del maestro; las redes se llenan a reventar en la pesca milagrosa; 264 litros de agua son convertidos en vino en las bodas de Caná… No hay amor verdadero que no sea exagerado. Es el símbolo de que la boda de Dios con la humanidad ha comenzado.

No podemos dar gracias si no somos conscientes de las infinitas gracias que recibimos en cada momento. Y si no lo hacemos, los dones almacenados acaban por pudrirse. Todo lo que no se da se pudre.

Con el alma llena de gratitud podemos reconocer sin dificultad al profeta, es decir, quien anuncia el bien y la verdad. Pero este, una vez reconocido, huye nuevamente al monte en soledad. El bien y la verdad son siempre discretos: marchan pronto, en cuanto han plantado su semilla, para no ser transformados en poder y gloria.

Este relato no es una simple demostración de la divinidad de Jesús. Quien piense que Jesús lo que está haciendo es simplemente aliviar el hambre de aquella multitud, tiene una imagen infantil de Dios y revela la falta de madurez religiosa. Jesús, en su estancia en el desierto, considera el hecho de convertir las piedras en panes como una tentación.

Hay que leerlo en clave mística y aplicarlo a la práctica meditativa. Al igual que Jesús siente compasión por la muchedumbre hambrienta, así la sentimos nosotros ante el hambriento de espíritu que clama en nuestro interior.

Que todo nazca de la compasión significa que todo comienza del presentimiento que a veces tenemos de que todos somos uno. Te compadeces del otro porque sabes que es tu familia, que en el fondo él es tú. Lo que nos pone en movimiento es lo que somos. La verdadera solidaridad sólo nace de una certeza, aunque sea inconsciente: tú no eres otro, tú eres yo mismo.

Esos cinco panes y esos dos pececillos es lo que tienes, por así decir: tienes tus preocupaciones, tus distracciones, tus sombras, tus apegos, tu hambre de sentido… El milagro nace de tu realidad, por poca o miserable que parezca, por imposible que te resulte que con tan poco se pueda construir algo digno y valioso.

Comerás y te saciarás, y tendrás incluso de sobra para repartir. Pero antes habrás debido cumplir con esta ley: escuchar la voz de tu hambre (no ser sordos a nuestra conciencia) y empezar a saciarla con lo que tienes (dar el primer paso). Cinco panes: lo que posees, sea lo que sea, es más que suficiente para saciar a es multitud que hay en ti.

Pablo d’Ors, Biografía de la luz