III DOMINGO de Pascua / C / 2022

La Palabra de Dios

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Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

 

Lectura Espiritual

NO RESISTIR AL MAL

Descubrir en la propia herida la herida del mundo.

Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser arrojado entero al horno. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtala y tírala. Más te vale perder un miembro que acabar entero en el horno. […] Habéis oído que se dijo: ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo: No os resistáis al mal. Antes bien, si uno te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele la izquierda. Al que quiere ponerte pleito para quitarte la túnica, déjale también el manto. […] Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: AMAD A VUESTROS ENEMIGOS, REZAD POR LOS QUE OS PERSIGUEN. Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. (Mt 5,29-30; 38-45)

El problema nunca está en el ojo o en la mano, sino en la mente. Es la mente del ser humano la que está enferma. Es de la conciencia y del despertar de lo que aquí se está hablando. Tendríamos que arrancarnos la cabeza si quisiéramos evitar cualquier mal pensamiento y sus inevitables consecuencias: si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo (Mt 5,29).

De igual manera, si tu perspectiva te engaña, arráncala. Y si tu pensamiento te descentra, sácatelo, pues si no lo haces se convertirá en una preocupación. Y la preocupación es el principal enemigo de Dios, pues te saca del presente, de la Presencia, y te introduce, sibilinamente, en un futuro ilusorio que genera temor.

Al igual que solemos buscar culpables externos a nuestros conflictos familiares, económicos o de convivencia social -trasladando nuestra responsabilidad a los demás-, proyectamos nuestro malestar en las diferentes partes de nuestro cuerpo (el ojo, la mano, el hígado, el riñón…). También cargamos de negatividad algunas de nuestras emociones (el miedo, la ira, la pereza, la lujuria…), demonizándolas y presentándoles una batalla sin cuartel. La mente se ceba en el cuerpo, avisa por su medio, se venga torturándolo.

El verdadero problema es que carecemos de una visión holística o integradora. Atrapados por la parte, nos perdemos el todo. Por eso hablamos de ojo, mano, lumbares, esófago… Pero quien esto separa, no tardará mucho en dividir a la gente en buena y mala, justa o injusta, santa o pecadora. Tendemos a separarlo todo, porque eso es lo propio de la mente discriminativa, que enjuicia según el ego, es decir, en razón de la ventaja o del inconveniente que le reporta.

Sin embargo hay un modo de conocer que no es por el juicio. La dificultad radica en que hacer uso de él supone contactar con nuestro fondo original y permanecer en él. La única forma de no enjuiciar es nunca ser parte, sino ser todo con lo que se nos está ofreciendo. Quien enjuicia, se sitúa necesariamente fuera. Iluminarse es saberse dentro.

Pablo d’Ors, Biografía de la luz