Domingo XXXIII tiempo ordinario / A / 2017

La Palabra de Dios

Leer la Hoja Dominical

Jornada Mundial de los pobres

 

Además, este sábado 18 de noviembre, la comunidad parroquial de Salou, representada en Cáritas Interparroquial de Salou y Grupo de Esplai Esplai Salou, acogen y hacen de anfitriones del Encuentro Diocesano de Voluntarios de Cáritas y el Encuentro Diocesano de niños de «Esplais» Cristianos, respectivamente




Lectura espiritual

¿Cuántos panes tenéis? (Mc 6,38)

Lo que hace feliz al pueblo santo de los creyentes es el signo del pan compartido, la comunión. Los doce tienen poco, solo cinco panes y dos peces, que no bastan ni siquiera para dar de cenar al pequeño grupo. Es poco pero se pone todo a disposición. Todo lo que tenemos y poseemos debe volverse sacramento de compartición.

El hombre y la mujer son así, están hechos para dar. Estamos hechos para dar con alegría, desde el corazón. Y cuando no damos, estamos tristes, deprimidos.

Amar en el evangelio se traduce siempre con otro verbo, breve, sencillo, seco y concreto, el verbo dar: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo” (Jn 3,16); “no hay amor más grande que dar la propia vida” (Jn 15,13).

Para estar bien todos -mamá, papá, la mujer, el hijo, el amigo- deben dar. Lo mejor que tienen o lo que pueden. Porque es la ley del cosmos, de la creación, porque así hace Dios.

Los discípulos de Jesús van, verifican y ponen a disposición los cinco panes. Qohélet, el sabio desencantado, lanza esta provocación contra nuestra lógica: “Lanza tu fortuna al agua”. Ofrece tu fortuna al mundo y tus talentos a la corriente sin saber a quién irá a parar. El pan que puedas dar déjalo sobre la superficie de las aguas para su distribución, que no hace diferencias y nos iguala a todos.

Este es mi pan, dijo también Jesús de su cuerpo aquella tarde en que estaba para entregarse a la corriente del mundo y de la historia, a las aguas inestables del corazón de los discípulos.

¿Por qué acoger la invitación de Qohélet? Su respuesta es: porque mucho tiempo después lo volverás a encontrar. Ese don tuyo te será restituido muchas veces, por añadidura, en un céntuplo de días. Aquí es anunciada la misteriosa, inmensa economía del don y del céntuplo, que desequilibra toda balanza.

Regala tu pan, participa en el gesto que abre el puño cerrado para ofrecer. Imita el movimiento del capullo que se abre, de la semilla que se rompe, de la nube que derrama su contenido. “Dad y se os dará; se os dará una buena mediada, apretada, rellena, rebosante” (Lc 6,38). Esto me conforta, porque muestra que la verdad última sigue la lógica del don.

Y la pregunta definitiva será: ¿has dado poco o has dado mucho a la vida? ¿Has dado pan a los demás o no has echado nada en las aguas de los días? Es más, la verdad final, el último gesto no será siquiera dar pan a quien tiene hambre sino volverse pan, no escabullirse sin haberse vuelto un pedazo de pan bueno para alguien. De esto depende tu vida, no de tus bienes.

Cinco panes solamente. Su número me recuerda las piedras del torrente que David recoge para ponerlas en su honda y poder enfrentarse al gigante Goliat. Saúl vistió a David con su armadura. David intentó en vano andar. Y se lo quitó de encima.

Como David, también nosotros deberíamos repetir: no puedo andar con todos estos bienes encima. No podemos seguir a nadie o afrontar el futuro con todas estas cosas encima.

“Y David se lo quitó de encima”. Como una liberación de todo aquello que es un estorbo y bloquea el camino. Se lo quitó, no por amor de renuncia sino como liberación de un lastre que dificulta el camino. La decisión de David no es ascesis; es como el don de la poda, que aligera la planta para que reencuentre su energía de primavera. El sentido de la pobreza no es ascetismo o sacrificio. Es aumento de vida y libertad. Pobreza como poda; quitando, da.

Ermes Ronchi: Las preguntas escuetas del evangelio