DOMINGO XXXI tiempo ordinario / A / 2023

Leer la Hoja Dominical

 

Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

Lectura Espiritual

EL JUICIO (3)
Convertirse mansamente en el reo (Jn 38,33-38
)

El destino de Pilato es bastante similar al de Judas: ambos han pasado a la historia como los principales artífices de la condena y ejecución de Jesús. Uno por su desesperada traición. El otro por su calculado retraimiento. Es curioso que temples tan distintos -fogoso el primero y moderado el segundo- se hayan unido, sin tan siquiera saberlo, para el mismo y horrible fin.

La actitud de Pilato, descomprometida y huidiza, quizá sea la más frecuente entre nosotros. Claro que también hoy existen grandes pecadores como Judas: viciosos, descarriados o depravados… y por supuesto que también hay grandes arrepentidos y conversos como Pedro. Pero lo que más abunda en nuestros días -quizá siempre- es salirse por la tangente, eludiendo el compromiso con algún argumento, más o menos cogido por los pelos. Esta deserción de la voluntad, esta capitulación de la inteligencia y esta búsqueda sistemática de la comodidad son incompatibles con el evangelio. Con un talante pusilánime, no es posible una práctica espiritual ni una vida de fe.

El meditador mira su interior y acepta su fragilidad, que es lo que Judas no es capaz de hacer. El meditador no sortea los dilemas que le presenta su conciencia, que es lo que hace Pilato -quien, desde que aparece en escena, piensa que a él no le corresponde dirimir esa contienda más que formalmente. Accede a jugar un papel en la historia, pero no se mete a fondo. Pilato es como adán, que se esconde tras los árboles para no ser descubierto por Dios.

Formula dos preguntas -eso sí-, pero no son verdaderas preguntas, pues no están motivadas por el reconocimiento de la ignorancia y el deseo de saber. Son preguntas retóricas, preguntas trampa, preguntas formuladas con ironía. No busca la verdad, sino poner a prueba y en ridículo al interrogado. Una: ¿Qué es la verdad? ¿Quería saber realmente Pilato qué es la verdad? Y dos: ¿Así que tú eres rey? Imposible que creyera que aquel despojo humano que tenía frente a él poseía una naturaleza o un destino regio. El tono de sus intervenciones revela que está fuera de la conversación, que no quiere correr el riesgo de que su interlocutor le desestabilice. Más que buscar la verdad, pretende ocultarla para que todo quede como está.

Éste es el riesgo al que sucumben muchos intelectuales, haciendo un flaco favor a la inteligencia: hablar por hablar, escribir por escribir, pervertir el lenguaje, vaciarlo, abocarlo al absurdo… El mal endémico de todo intelectual que ha perdido el contacto con las personas es meter las manos en el agua (sólo las manos y si es que llega a meterlas), lavarlas ante el público (cuanto más numeroso mejor) y luego sacarlas, secarlas y pasar a otra cosa, como si no hubiera pasado nada. Con su habitual y soporífica verborrea, muchos de estos patéticos intelectuales se creen muy listos con sus juegos de palabras: fuegos artificiales que se quedan en nada. Siembran escepticismo a base de ocurrencias irónicas. Devastan los corazones minando la capacidad de asombro y de verdadera búsqueda. Por eso el evangelio no es para los intelectuales de esta calaña, lo siento por ellos. Ellos enjuician el evangelio, pero no pueden vivirlo. Son jueces, no reos; son Pilato, no Jesús.

Pilato no se moja y sale del escenario como Judas, aunque no de forma tan dramática. Dice lavarse las manos, pero lo cierto es que condena a Jesús. no puede ser de otra forma: si entras en la dinámica del juicio, no es posible sortear la condena. El mal aparece porque hay un juicio y una condena. Sin ese juicio y sin esa condena, ¿quién sabe en qué habría quedado ese aparente mal, en qué bien habría derivado?

Esto de lavarse las manos es una actitud muy frecuente entre los humanos: fingimos que escuchamos a las partes y que somos neutrales, pero lo cierto es que las condenamos y, por si fuera poco, queremos luego quedar libres de toda responsabilidad. Yo no sabía, yo no quería, yo no estaba verdaderamente ahí… Es sorprendente hasta que punto nos eximimos de cualquier tipo de responsabilidad. Hasta que punto pretendemos ser sólo víctimas, no verdugos, de lo que sucede a nuestro alrededor ¡Como si nuestra indiferencia y abstención no determinaran lo que realmente sucede! Como si el mundo fuera un espectáculo y nosotros estuviéramos sentados, como espectadores inocentes, en el patio de butacas.

Pablo d’Ors, Biografía de la Luz