Domingo IV de ADVIENTO / B / 2023

Leer la Palabra de Dios

Leer la Hoja Dominical


 

Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.


Lectura Espiritual

El primer día
Nuestra alma está alegre cuando está creativa

El primer día de la semana, muy temprano, todavía a oscuras, va María Magdalena al sepulcro y OBSERVA QUE LA PIEDRA ESTÁ RETIRADA (Jn 20,1).

Descansar no consiste simplemente en no trabajar. En el mundo judaico, descansar implicaba permanecer en casa con la familia y hacer hogar. Descansando se rendía homenaje al Dios que en el sábado descansaba de su creación, disfrutando del cosmos como de un hogar. Para los judíos -como más tarde para los cristianos-, el descanso se convirtió en un precepto porque comprobaron la facilidad con que el ser humano cae en la idolatría del trabajo. esa idolatría consiste en querer estar siempre trabajando, es decir, siempre fuera de nosotros, nunca en silencio, con nosotros, con Dios.

Además, quien trabaja sin parar nunca tiene tiempo para disfrutar de lo que ha trabajado. No disfrutar, no reconocer ni agradecer lo que se tiene entre manso es lo que destruye al ser humano y lo que realmente ofende a Dios. Por eso, Dios le recuerda al hombre en su Ley que debe descansar. Que debe disfrutar, volver a su casa y no estar siempre fuera.

El descanso relativiza el trabajo: nos hace comprender que no todo depende sólo de nosotros. Al descansar, nos quitamos de en medio y permitimos que el mundo sea, sin nuestra intervención. Descansar es, pues, una cura de humildad.

Lo que nos conduce a trabajar tantas horas no es, por tanto, como a a menudo pensamos, una actitud de abnegación o servicio, o de gran sentido de la responsabilidad. Eso es sólo una justificación. Si se trabaja mucho, o incluso siempre, es simple y llanamente por soberbia. Porque todo lo queremos hacer nosotros, sin dejar espacio a Dios. Al trabajar tanto, no queda tiempo para uno mismo ni para Dios y, en consecuencia, damos paso al ateísmo. En efecto, Dios se aleja de quien no descansa. Lejos de ser encomiable, el trabajador infatigable ha hecho un ídolo de su trabajo y, de este modo, ha expulsado a Dios de su corazón.

La creación brota tras haber trabajado y descansado. Es entonces cuando el espíritu encuentra las condiciones apropiadas para la creación.

Nada hay tan difícil de definir como la creación. Tiene que ver con lo gratuito, con lo que viene por añadidura (por añadidura del trabajo y del descanso), con el descubrimiento de la verdad, de la belleza y el bien. La creación es -podríamos decir- lo que conduce al trabajo y al descanso a su plenitud. La creación no sucede sin el trabajo y el descanso que la preceden, pero no es exactamente su resultado. Es más bien algo así como un regalo, un hallazgo, una sorpresa de la que su primer beneficiario sabe muy bien que él no es su causa más profunda.

Un hijo, por ejemplo, es claramente una creación. Al mirarle, sus padres saben sin ningún género de duda que ese ser que los mira entre pucheros no es el mero resultado de su unión amorosa. Que hay algo más, que hay un milagro. Ellos no serían capaces de crear algo tan vivo y maravilloso como esa criatura que les está mirando.

Pero lo mismo, o muy parecido, sucede con una obra de arte. Todo artista sabe que la ha recibido porque ha sabido trabajar y descansar humildemente (no hay arte sin humildad). O lo que sucede con un proyecto educativo, o con una iniciativa de mejora social, una agrupación en torno a un noble propósito, ¡tantas cosas! Sí, lo sepamos o no, vivimos en busca del domingo. Nuestra alma no está alegre ni en paz hasta que no se sabe creativa.

Biografía de la luz, Pablo d’Ors