DOMINGO III tiempo ordinario / B / 2024

Leer la Palabra de Dios

Leer la Hoja Dominical


Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.


Lectura Espiritual

LA LOSA Y LAS VENDAS
Lo que amamos nunca muere

Se relatan aquí dos fenómenos extraordinarios, simultáneos y coordinados entre sí: uno de orden natural (el terremoto) y otro de orden espiritual (la irrupción del ángel). El mensaje es claro: cuando lo espiritual adviene, lo terreno o mundano se descabala. Nosotros quisiéramos una iniciación espiritual que fuera progresiva y sensata, no algo que nos rompa y nos genere el vértigo del vacío y, lo que es casi peor, el de la transformación. Pero no. La gracia respeta la naturaleza -cierto-, pero la conduce hasta un límite que nadie sospecha.

El ángel rueda la piedra y se sienta sobre ella. Es una imagen preciosa: sentado en la cátedra de la muerte, este ángel se dispone a dar una noticia de vida: ha resucitado. No os dejéis poseer por el espíritu del miedo, puesto que tanto el terremoto como el relámpago son fenómenos pasajeros. Lo importante es Él. Lo importante es que el crucificado ha resucitado y que el mal no tiene la última palabra. Claro que antes de decir todo esto ha tenido que correr la piedra de aquella cámara mortuoria. Hemos de mover todo lo que se ha endurecido en nuestro interior para que nuestro ángel particular pueda expresarse.

 Los guardias, atemorizados ante él -nos dice el texto-, se pusieron a temblar (Mt 28,4) por causa del aspecto refulgente de este ángel. También las mujeres quedaron sobrecogidas (Mt 28,4). No es de extrañar que la primera palabra en las apariciones pascuales sea casi siempre: no temáis.

 Cuando se está inmerso en una noche cerrada, es difícil pensar que habrá luz más allá de esa oscuridad. Lo normal es que no nos baste con que nos lo hayan dicho, aquí pesa poco el argumento de autoridad. Ni siquiera nos resulta suficiente la propia experiencia, saber positivamente que hemos salido más o menos airosos de otras situaciones parecidas. La desesperación puede ser tan terrible, el dolor tan agudo o el abatimiento tan profundo que la razón y la voluntad a menudo no nos bastan para afrontar las verdaderas crisis. Hace falta algo más: la fe. La fe la trae el ángel. El ángel rueda la piedra para sacarnos de nuestra oscuridad.

Hoy la fe está muy denostada. Se confunde con ingenuidad infantil o con una piedad obsoleta y sentimental. Casi nadie comprende ya el coraje de creer, el temple que significa confiar. Pocos entienden que la esperanza sea una virtud, lo equivocan con un simple talante optimista o con una mera actitud positiva. Una virtud, sin embargo, es siempre fruto de un cultivo o un entrenamiento. Esto implica una escucha, un descubrimiento, una disciplina, una perseverancia…

 Lo que debe morir es un adulto para que pueda nacer en él la verdadera esperanza es precisamente la piedad edulcorada y la devoción pueril. Pero no es fácil vivir sin emociones reconfortantes, como tampoco lo es seguir adelante sin agarrarnos a las ficticias promesas de la magia o la de los falsos profetas cada vez más numerosos.

 Salir corriendo hacia el amado no es, desde luego, algo meramente espontáneo, sino la hermosa consecuencia de una historia de amor. ¿Quién de nosotros puede decir que ha vivido una historia de amor desde su principio hasta su fin? ¿Cómo va a bajar del cielo ningún ángel si nadie quiere terremotos en su vida? Hay un ángel, sin embargo, que quiere sentarse encima de la piedra que te oprime.

Biografía de la luz, Pablo d’Ors