DOMINGO III de CUARESMA / B / 2024

 

 

   

 


Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.


Lectura Espiritual

LA LLAGA                                                                           
Sumérgete en el costado abierto del mundo

Ante la estupefacción de sus discípulos, el maestro les dice: Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme y mirad, un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Al decirles esto, les mostró las manos y los pies (Lc 24, 35-48). Con este mostrar sus manos y su costado, es como si Jesús les dijera: ésta es la senda que conduce a la paz. Tu luz está en lo más profundo de tu sombra. Si quieres huir del cáncer de la sospecha y de la duda (que no son más que resistencias a la vida), mete las manos en las heridas de los hombres y húndete en el sufrimiento ajeno. Ningún camino espiritual verdadero te aleja del mundo, sino que te enseña a mirarlo con ojos nuevos y a hundir tus manos en él.

Tomás pide ver porque no sabe que está viendo. Pide meter las manos en el costado de su Señor, porque no sabe que ya está dentro. Ignora que el mundo es el costado abierto de su Señor. Nuestra búsqueda de la vida indica, en última instancia, que estamos fuera de ella.

Nuestro problema radica en que, aun viendo las llagas del mundo, somos incrédulos. ¿Por qué? Porque no metemos nuestros dedos en ellas, porque permanecemos fuera, como si se tratase de un espectáculo: una representación, pero no la realidad. ¿Qué le ha pasado al hombre para que no crea en lo que ve? La fe cristiana sostiene que Dios se hace hombre para que el hombre vuelva a la realidad.

El miedo y las dudas son sustituidos entonces por la alegría y el asombro. ¡Mi Señor y mi Dios!, exclama Tomás al comprender que él es Él y que el dolor, ningún dolor, tiene ni tendrá la última palabra. En un segundo lo ha comprendido absolutamente todo: la llaga en que vive el mundo, la posibilidad de sanarla, la Fuente de sanación.

¿Crees porque me has visto?, le reprocha entonces Jesús. ¡Dichosos los que creen sin haber visto! (Jn 20,29). Incrédulo es quien se cierra en su micromundo; creyente, por contrapartida, quien está abierto a lo que es más grande que él, a lo que no se puede comprender ni explicar. Las dudas -más avivadas por la mente que por los hechos- se disuelven ante la realidad, ante la deliberada pasión por la realidad.

La práctica de la meditación, de la contemplación silenciosa es un ejercicio de entrada consciente en las propias heridas. De sumergirse en el costado abierto del mundo. De vivir apasionadamente (con pasividad -receptividad- y padecimiento) el misterio del propio ser.

Quien da la paz está llagado. No hay paz sin llagas, ésa es la revelación. La paz no es un estado idílico, ajeno al sufrimiento, sino la vida de quien lo ha atravesado y superado. La revelación es aquí que en lo más profundo de nuestra conciencia hay heridas. Que el más profundo centro de nuestra conciencia tiene historia: eso significa la llaga.

¡Señor mío y Dios mío!, exclama Tomás con su mano en el costado de Cristo. ¿Por qué me revelas esto a mí y no a tantos otros que lo merecerían mucho más y que podrían estar en mi lugar? Su resistencia ha sido vencida, finalmente es un hombre de fe.

Pablo d’Ors, Biografía de la Luz