Cómo soy yo? Cómo el fariseo, o cómo el publicano?

Per pensar …

“Te doy gracias porque no soy como los demás”. Esto es lo que le dice el fariseo a Dios mientras reza. El fariseo se cree mejor que muchas personas; mira a muchas personas por encima del hombro. Cuando las personas nos comportamos así, se llama soberbia lo que hacemos.

Podemos pensar que esto no nos pasa a nosotros, pero seguro que si pensamos un poco, alguna vez nos hemos comportado como el fariseo. A veces nos sobra soberbia y nos falta mucha humildad.

Y Dios nos quiere humildes. Esto no quiere decir que debamos pensar que no valemos para nada, ni mucho menos. La humildad no quiere decir que no nos queramos a nosotros mismos, sino que valoremos a los demás, que sepamos darnos cuenta que lo que pensamos, decimos o hacemos no tiene por qué ser lo mejor, que hay muchas personas maravillosas que nos pueden aportar muchas cosas. Y que desde la humildad es como realmente conocemos a los demás y como mejor vamos a conocer a Dios.

 

 

Per pregar …

Señor Jesús,
cómo nos cuesta la humildad, la sencillez,
reconocernos pequeños,
necesitados de los demás.
Y que pronto nos creemos superiores,
los mejores, los más guapos y valientes.
Es que la humildad es el valor más hermoso
pero también el más escaso,
es lo que hace grandes a las personas.

Hoy, en la parábola del fariseo orgulloso
y del humilde publicano, nos enseñas que la
verdadera sabiduría es ver los propios errores.
Nos dices que debemos mejorar
la calidad de nuestra oración,
no tanto contándote lo que hacemos bien,
sino dejándonos hacer por ti.

Hoy, Señor, queremos hacer nuestra
la oración del publicano:  -”¡Oh Dios,
ten compasión de este pobre pecador!”.
Porque la oración del humilde
traspasa las nubes y llega a Dios.