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DOMINGO XVIII tiempo ordinario / C / 2022

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Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

 


Lectura Espiritual

LA MEJOR PARTE
El dilema entre lo urgente y lo esencial

Yendo de camino, entró Jesús en una aldea. Una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras, mientras Marta se afanaba en múltiples servicios. Hasta que se paró y dijo: Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en la tarea? Dile que me ayude. El Señor le replicó: ¡Marta, Marta!, TE PREOCUPAS Y TE INQUIETAS POR MUCHAS COSAS, CUANDO UNA SOLA ES NECESARIA. María escogió la mejor parte y no se la quitarán. (Lc 10,38-42)

Nadie es pura acción o pura contemplación. La persona más activa necesita pararse; y el más contemplativo, al menos de cuando en cuando, debe actuar. La cuestión es, pues, la armonía entre ambas vertientes. Jesús, lo que dice es que María escogió la mejor parte.

Sugiere que no es preciso subrayar la acción, puesto que todos actuamos de un modo u otro. La contemplación, sin embargo, es decir, la mirada sin pretensiones, la pura receptividad, si es urgente destacarla, pues son pocos los que la cultivan a diario, aunque sólo sea unos minutos.

Sin contemplación, lo más probable es que la acción derive en activismo, que es la equivocada presunción de que el mundo depende de nuestra actuación. El mundo, sin embargo, no depende de nosotros sino de Dios. Nosotros podemos colaborar con Él, o incluso entorpecer sus designios.

No es espiritualismo. Jesús no nos está diciendo que tengamos que dedicar más tiempo a orar que a trabajar, sino simple y llanamente que antes de trabajar hay que orar. Que orar sea lo primero no significa que cuantitativamente exija más. A decir verdad, bastaría con dedicar algunos ratos al silencio y a la oración cada día para que el corazón estuviera centrado en Dios y no se perdiera en los quehaceres. Y, tengamos en cuenta que los frutos de la contemplación son lentos y discretos.

La preocupación no es uno de los nombres de Dios. La preocupación, que suele ser obsesiva y circular, no sirve más que para enfermar. Lo profundo nunca es complicado, lo que no significa que no pueda ser costoso. El alma se sana con lo sencillo y lo diáfano.

En la parábola del sembrador, Jesús equipara las preocupaciones con la cerrazón y la esterilidad que produce el exceso: Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, ahogan la palabra y la dejan estéril (Mt 13,22; Mc 4,19).

Pero, ¿no es vivir sin preocupaciones de ningún género un imposible? Lo que sí parece más posible es minimizar el conflicto que tenemos con nosotros mismos. Ahí es donde entra la propuesta de Jesús. Porque en la oración contemplativa ya no hay preocupaciones. Si acudimos con regularidad, la preocupación dejará de tener un dominio tan determinante sobre nosotros.

La propuesta de Jesús es que dediquemos tiempos y espacios -cada uno sabrá el que necesita- a la pura contemplación, libres de ese lastre que es la preocupación. Si no tenemos tiempos ajenos al ajetreo propio de la vida, entonces no estamos haciendo lo que Dios quiere y nos recomienda por boca de Jesús.

Pablo d’Ors, Biografía de la luz

 

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