Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.
Lectura Espiritual
LA CASA VACÍA, LIMPIA Y ORDENADA (Mt 12,43-45)
Perderse es una posibilidad real
Este fragmento comienza en el punto en que terminaba el anterior: un espíritu inmundo ha salido de un hombre. Qué pasa con la enfermedad de la que se ha librado. ¿Se esfuma, simplemente desaparece? ¿Es cosa tan sencilla como un abracadabra y ya no está?
¿Quién puede dudar que el espíritu humano está poblado de sombras? Celos, venganzas, pesadumbre, maquinaciones, rabia, desolación… también somos víctimas de la ansiedad, la maledicencia, el atropello, la acedia… todos estamos heridos, de un modo u otro, por estos y por tantos otros espíritus oscuros que nos ha ido envenenando hasta sacar lo peor de nosotros. Pues bien, todo esto puede salir del corazón humano, lo que significa que no pertenece a su esencia. Todos tenemos dentro algún mal, algo sin resolver. Pero podemos redimirlo, podemos vivir sin eso.
Claro que el poder de las tinieblas no queda sin más eliminado por el simple hecho de que alguien se haya purificado y liberado de su influjo. Las tinieblas siguen vagando por el mundo. Pero el mal considera que el interior de cada hombre es su casa. De ser así, la purificación es un trabajo primordialmente espiritual, no sólo social.
¿Hay que suponer entonces que el mal existe con independencia de nosotros? Nuestra cosmovisión tiene dificultad para creer algo así.
Un alma sin sombras está vacía, limpia y ordenada: apuntan al espacio y a la armonía que reinan allí donde las tinieblas se han disipado. Ahora bien, no basta con habernos purificado, que no todo termina con ese vaciamiento e higiene interior, con esa paz que produce el orden. La invitación es a estar siempre alerta puesto que el enemigo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar (1Pe 5,8). Lo oscuro se extingue con lo luminosos, pero también es cierto que lo oscuro se siente atraído por lo luminoso.
El vacío, la pureza y el orden tienen que ver con el espíritu. La vida contemplativa procura vivir según estos ideales. El vaciamiento o desprendimiento como estilo de vida, en vistas a una purificación de la mente y el corazón, libres de cualquier demonio, de todo pensamiento y afecto desordenado.
Este camino es un combate sin tregua, y el final, -como nos advierte el evangelio- puede ser peor que el principio: podemos perdernos, perdernos es una posibilidad. Si no lo fuera, el combate no sería serio. El camino de la interioridad no es sólo de rosas. También hay espinas, trampas, noches oscuras… y, aunque creer supone confiar en que todo acabará bien, lo cierto es que también podemos acabar nuestros días en la ignorancia, sin iluminación de clase alguna y vencidos por el espíritu combatiente de la oscuridad.
Pablo d’Ors, Biografía de la luz
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