«Ser pastores significa caminar delante, en medio y detrás del rebaño»
(Papa Francisco)
Los Obispos de Cataluña, en el momento que está viviendo nuestro país y en los planteamientos de futuro que se están debatiendo, con respeto por las diversas sensibilidades que se van expresando, pedimos que se fomente y promueva la cultura del diálogo. «Hay una palabra -dice el Papa Francisco- que nunca debemos cansarnos de repetir y sobre todo de dar testimonio: diálogo». Pensamos que es un momento importante para que los gobernantes y los agentes sociales hagan gestos valientes y generosos en favor del diálogo y la concordia.
Como Obispos siempre estaremos comprometidos en buscar la comunión y el respeto mutuo, y creemos que es lo que podemos pedir a todos. Nos sentimos herederos de la larga tradición de nuestros predecesores, que les llevó a afirmar la realidad nacional de Cataluña, y al mismo tiempo nos sentimos urgidos a reclamar de todos los ciudadanos el espíritu de pacto y de entendimiento que conforma nuestro talante más característico.
Queremos recordar una vez más que «defendemos la legitimidad moral de todas las opciones políticas que se basen en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos, y que busquen con paciencia la paz y la justicia. Y animamos el camino del diálogo y el entendimiento entre todas las partes interesadas a fin de lograr soluciones justas y estables, que fomenten la solidaridad y la fraternidad. El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura» («Al servicio de nuestro pueblo», 2011, nº 5). Por eso creemos humildemente que conviene que sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán, para que sea estimada y valorada su singularidad nacional, especialmente su lengua propia y su cultura, y que se promueva realmente todo lo que lleva un crecimiento y un progreso al conjunto de la sociedad, sobre todo en el campo de la sanidad, la enseñanza, los servicios sociales y las infraestructuras.
El verdadero progreso de los pueblos exige también la erradicación de la corrupción. Es absolutamente prioritario y justo que en todos los ámbitos públicos del conjunto del Estado se combata la corrupción, que tanto daño hace a la sociedad. Nos duele y nos avergüenza que la corrupción se haya podido convertir en algo natural -como afirma el papa Francisco- hasta el punto de llegar a constituir una práctica habitual en las transacciones comerciales y financieras, en los contratos públicos o en muchas negociaciones que implican agentes de las administraciones públicas. Es necesario un esfuerzo decidido por cambiar esta forma de actuar.
Tal como se dice en el documento «Iglesia, servidora de los pobres» (2015, nº 11), «es necesario que se produzca una verdadera regeneración moral a nivel personal y social y, como consecuencia, un mayor aprecio por el bien común, que sea verdadero soporte para la solidaridad con los más pobres y favorezca la auténtica cohesión social. Dicha regeneración nace de las virtudes morales y sociales, se fortalece con la fe en Dios y la visión trascendente de la existencia, y conduce a un irrenunciable compromiso social por amor al prójimo».
Finalmente, pedimos a los católicos de todas las opciones políticas que sean instrumentos de paz y concordia en medio de la sociedad catalana, y no dejen de rezar al buen Dios por «una paz cristiana y perpetua» de nuestro pueblo.