Afirma el Concilio Tarraconense: «Queremos que nuestro lenguaje […] sea sencillo, claro, adaptado y comprensible» (ver Lc 24,32) (CPT 1).
El Concilio pide a los pastores de parroquias, de comunidades y de movimientos, y a todos los que están en misión […], que en todas las circunstancias en que entren en contacto con los practicantes ocasionales o con los no practicantes […] anuncien Jesucristo salvador con un gesto y con un lenguaje capaces de comunicar la ternura y el amor de Dios (CPT 4).
El Concilio […] insta a favorecer espacios de encuentro y de diálogo con los jóvenes de su entorno con el fin de crecer en el conocimiento y aprecio del mundo joven y así establecer vínculos evangelizadores con los jóvenes allí donde se encuentran (CPT 26) .
El Evangelio no se «pospone» ni se «impone», sino que se «propone».
El pensamiento cristiano se ha edificado en gran parte sobre el «no», la negatividad, la prohibición, y no sobre el «si», sobre la vida y la alegría de ser de Cristo y de su Iglesia.
El diálogo con el mundo […] es «proponer positivamente» la verdad cristiana y no limitarnos a «dar respuestas» a la defensiva ante determinadas objeciones y descalificaciones. Porque la Iglesia se hace. Y lo que realmente importa no es tanto lo que puedan decir los medios de comunicación, sino la vida real de los cristianos y su contribución a la salvación del mundo.
«Una pastoral de acogida debe llegar cada vez más a ser una pastoral de proposición». En el diálogo con el mundo, «la Iglesia debe enfrentarse a las situaciones dando salidas, dando esperanza, dando ilusión, dando perspectivas de futuro, proponiendo positivamente las cosas».
Es más importante el «tiempo», el «proceso personal» de cada uno, que los «espacios», las cantidades conseguidas. Hay que trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Hay que respectar la situación y el proceso personal del otro, en la ausencia de todo poder o espacios conseguidos.
Se trata de la capacidad de estar en el lugar del otro, de la capacidad de ayudar y acompañar en el espacio del otro, con una actitud propositiva, atenta y vigilante, para poder actuar en el momento preciso, buscando la hora de Dios.
A Amoris Laetitia, el Papa Francisco propone tres términos para una acción misericordiosa: acompañamiento, discernimiento e integración. Afirmará: «Comprendo los que prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una madre que, al tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, ‘no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de manchar -se con el barro del camino’ (EG 45)».
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