“En deuda”.

Todas las personas estamos eternamente «en deuda» con conocidos y desconocidos.

Muchas veces no nos damos cuenta, pero cada día, antes de terminar el desayuno, ya dependemos de media humanidad.

Al levantarnos por la mañana y entrar en el cuarto de baño, hacernos uso de una esponja que nos proporciona el hombre de las Islas del Pacífico.  El jabón lo hace un francés.  La toalla nos la confecciona un portugués.  Ya en la mesa tomamos café o cacao que nos viene de Sudamérica, o té cultivado por un africano occidental.

Nuestra madre ha preparado la ropa limpia, la vecina limpió la escalera, el barrendero arregló por la noche las calles, y el panadero, pasando calor ante su horno, nos proporciona el almuerzo. La lista sería interminable.

Antes de entrar en el colegio, hemos contraído obligaciones con media humanidad.

Es necesario agradecer el trabajo y el esfuerzo de toda la humanidad, siendo conscientes de la cadena a la que todos pertenecemos.

Querido Jesús:
Quiero ir por la vida dando gracias
a tantas personas que me ayudan,
me corrigen y luchan por mi.

Gracias a ti también
por regalarme la vida, la familia,
la salud, el tesoro de la fe
y todas las cosas que tengo.

Tú me has bendecido con tus dones
y lo sigues haciendo cada día:
generosamente, con amor, porque tú eres así.

Haz de mi vida un canto de acción de gracias,
que mi gozo sea alabarte y cantar tus dones.

Que sea capaz de acoger con cariño
mis limitaciones y mi propia vida tal como es,
y las vidas de mis hermanos
tal como tú quieres que sean.

Que sea agradecido, Señor, contigo
y con mis hermanos a los que tanto debo