Lectura espiritual
¿Cuántos panes tenéis? (Mc 6,38)
Hay personas que pasan tanta hambre, que para ellos Dios puede tener más la forma de un pan (Mahatma Gandhi) que la de una forma verbal. La vida comienza con el hambre.
La Biblia conoce tan a fondo la experiencia del hombre, que da a Dios el nombre del “que da de comer a todas las criaturas” (Sal 136,25).
Dios alimenta y pide a sus hijos que lo hagan a su vez, y a los alimentados, que se vuelvan “nodrizas” y con ello teomorfos, a su imagen.
Los evangelistas recuerdan nada menos que seis veces el signo del pan. Es el más repetido de todos, por estar cargado de poder.
Frente al pan nos encontramos con una realidad santa. Santa porque hace vivir y alimenta la vida. Y que la persona viva es la primera de las leyes, de la ley de Dios y de la de los hombres y de las mujeres.
Y también de la santa Iglesia. ¿Cómo se presenta la Iglesia? Es una madre que protege la vida en todas sus formas, que da pan a quien tiene hambre y suscita hambre de cosas elevadas a quien solo está saciado de pan.
Miro la vida de la Iglesia y quisiera ver a una madre con las manos llenas de pan, quisiera aprender de nuevo el gran signo del pan. Cuando llegaba un pobre a la puerta de nuestra casa, mi madre me mandaba a mí, que era un niño, y a mi hermano más pequeño, a coger una medida de harina de la despensa y llevársela al pobre, que mientras tanto rezaba a la puerta por los vivos y los difuntos de la casa. El signo del pan, no hacían falta palabras.
La Iglesia descrita en esta página de Marcos: es Jesús-discípulos-y-muchedumbre, todos juntos, pero con algo que pasa de mano en mano, que los mantiene unidos y vivos; y no doctrinas y preceptos, sino el pan y la compasión, entrambos bienes de origen divino.
Notemos los pasajes del diálogo entre los discípulos y Jesús: “Maestro, despídelos para que vayan a comprar algo de comer”. “Dadles vosotros mismos de comer”. “¿Tenemos que ir a comprar doscientos denarios de pan?”. Pero él replica: “¿Cuántos panes tenéis? Id a ver”. Van, ven y lo comprueban. Después vuelven y cuentan. “Cinco panes y dos peces”
“¿Cuántos panes tenéis?”. No respondáis enseguida, id a ver. Jesús es muy concreto, muy práctico. Les pide a sus discípulos que lo averigüen, que controlen, que lo cuenten. Fueron a ver y se informaron, dice el evangelio. Hacen aquella operación de cálculo y verificación, y le dicen la cantidad precisa.
La operación de verificación se le exige también hoy a todos los discípulos: ¿cuánto hay? ¿Cuánto dinero?, ¿cuántas casa?, ¿cuántos dependientes? ¿Qué tenor de vida? Id a ver, y comprobadlo. ¿Cuántos coches o cuántas joyas en forma de cruces pectorales, anillos o cálices?
La Iglesia no debe tener miedo a la transparencia, a la claridad de sus panes y sus peces, a sus cuentas. Con la transparencia somos auténticos. Y cuando somos auténticos también somos libres.
Ermes Ronchi: Las preguntas escuetas del evangelio
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