Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.
Lectura Espiritual
Abandonar las preocupaciones (2)
La naturaleza no sana
No estéis preocupados por vuestra vida pensando qué vais a comer ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de preocuparse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os preocupáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis preocupados pensando en qué vais a comer, o que vais a beber, o con qué os vais a vestir. LOS PAGANOS SE AFANAN POR ESAS COSAS. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. (Mt 6,25-34)
Apenas sabemos vivir sin una permanente lucha mental. No es de extrañar que acabemos nuestras jornadas agotados. Los lirios del campo, en cambio, como las aves del cielo, viven en paz, sin preocupación de clase alguna. Claro que eso no les asegura que vayan a vivir para siempre y sin contratiempos.
Según Jesús, no es sensato preocuparse por la comida ni por el vestido, ni por las palabras que pronunciaríamos en defensa propia en el día de nuestro juicio (Mt 10,19-20). Nada del peregrinaje espiritual debe preocupar, puesto que la preocupación lo destruye todo. No hay que preparar defensa alguna ante el mundo, por si nos critican o miran mal. De eso se encarga el Espíritu. El discípulo debe limitarse a estar ahí, con fe, para que Él pueda hacerlo. Así que no es cuestión de elocuencia o preparación: la evangelización nunca depende de la cualificación humana del testigo.
Cualquier que lea o escuche estos consejos dirá que son los de un demente, alguien ajeno al trajín diario para ganarse la vida. Lo que Jesús quiere aquí decir es que ni la preocupación por lo material (la comida, el vestido) ni la preocupación por lo espiritual (las palabras, la justicia) nos van a ser de gran ayuda a la hora de la verdad (la de la muerte, la del juicio). No es que condene el hecho de planificar, sino que subraya que lo decisivo es el momento presente. Cada momento tiene su plenitud y su propio límite. No es el límite lo que nos angustia, sino su anticipación.
La meditación, la contemplación nos enseña a dejar las preocupaciones de lado, al menos durante algunos minutos al día. Luego vuelven, como es natural. Que vuelvan forma parte de la aventura del camino. Pero vuelven menos o con menos intensidad. Ese trabajo, esa siembra de silencios, antes o después da su cosecha. El fruto es que libre de las preocupaciones egocéntricas y pequeñas puedes al fin preocuparte por el Reino, es decir, por la plenitud de la humanidad.
¿Cuál es entonces la virtud de los lirios o la de los pájaros para tomarlos como modelos? Porque la manera de dejar las preocupaciones de lado es mirar a las aves del cielo y a los lirios del campo. La enfermedad del interior puede sanarse con la vida del exterior. La naturaleza sana la mente. Mirando la naturaleza te das cuenta de que eres naturaleza y que, por tanto, también a ti Dios te viste y alimenta. Experimentar la providencia es la consecuencia de una correcta percepción de la naturaleza.
Lo que se descubre al mirar los lirios y las aves es que son suaves, no rígidos; no se resisten a lo que les sobreviene, sino que se entregan. Viven tranquilamente su fugacidad y su fragilidad, que es tanto como decir su condición de seres vivos. Así que el camino espiritual no se construye con voluntades de hierro y nervios de acero, como tantos suelen pensar. El ascetismo no puede ser concebido ni vivido como una tortura o castigo, sino más bien como un juego, como una capacitación o un experimento. No que todo sea fácil pero tampoco alambicado o tortuoso.
El amor a la vulnerabilidad, el respeto a los procesos, la reconciliación con el límite, la belleza de lo imperfecto…, es de lo que habla el evangelio. Esta lectura franciscana del legado cristiano descubre la esencia del evangelio: un niño en una cuna, una estrella en el firmamento, unos pescadores en la orilla con sus barcas… ¿Tan difícil nos resulta ver lo que está ante nuestros ojos?
Pablo d’Ors, Biografía de la luz
Leer la Hoja Dominical
Debe estar conectado para enviar un comentario.