XXXII Domingo tiempo ordinario / B / 2021

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Lectura espiritual

LA FELICIDAD (9). Etapas del camino espiritual

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes que vosotros.

Resulta muy extraño que, en medio de la mofa y el escarnio, en medio de la marginación o del acoso, pueda uno, según Jesús, sentirse alegre. Es así, misteriosamente es así: nos hacemos fuertes ante la incomprensión y violencia de los demás. Esa fortaleza ante la persecución y la injusticia proporciona a quien la experimenta una paradójica alegría. Esta comunión en el dolor, este compartir el mismo destino que su maestro, el injuriado y flagelado por excelencia, suscita en quienes llegan a esta novena etapa del camino esa inequívoca alegría que sólo puede dar el amor. No se trata de masoquismo. Amar es querer vivir lo que vive el otro, ser el otro, unirse a su suerte hasta hacerla propia. Esto se conoce como la alegría del ser: de ser por fin lo que se es, de parecerse, tras mil y un ensayos, a lo que Dios había pensado para nosotros.

Ni que decir tiene que todo este camino, con cada una de sus etapas, nos produce una fuerte resistencia interior. Porque nosotros quisiéramos vivir y disfrutar, eso nos parece lo natural, lo debido incluso. Pero aquí hay una propuesta clara y articulada que va más allá de todo eso, contraviniendo la opinión dominante y el sentir general.

Quien se vacía de sí mismo, llora; quien llora, limpia sus ojos y ve la realidad; quien ve mansamente lo que hay, ve también la sombra y la injusticia; quien ve esa sombra e injusticia, puede cargarla compasivamente y perdonarla; quien perdona, se limpia; quien se limpia, está por fin en paz; el pacífico participa del destino de su maestro; esta comunión de destinos, como bien saben quienes la han vivido, conduce a la beatitud.

Bienaventurados los que van al desierto; los que cuidan su cuerpo; los que entran en su cueva; los que vacían su mente; los que entregan su ego; los que descubren su yo; los que atraviesan sus sombras; los que se saben unidos; los que vuelven al mundo con lo único que el mundo necesita: compasión.

(Inspirado en el libro: Biografía de la luz, de Pablo d’Ors)