«La evangelización no es un mero proceso mecánico de dar y recibir: la evangelización brota allí donde se establece el encuentro entre personas, con una relación positiva y con una comunicación interpersonal. ‘Cuando hay caridad y amor’ se abre la puerta a la buena noticia que viene de Dios”.
… Evangelizar es descubrir en el corazón de cada mujer y de cada hombre la acción y el calor del Espíritu; es establecer las mediaciones oportunas para que las personas sencillas, y tal vez afligidas, puedan encontrarse con Dios «.
… [Hay un] profundo respeto para con todos aquellos que no comparten nuestras convicciones»(CPT 1) … La «preparación para el Evangelio» procura buscar siempre un terreno común entre el hombre de hoy y la su cultura por un lado y la fe cristiana de la otra. Es el diálogo entendido en su dimensión positiva.
[Ahora bien], a partir de la búsqueda de un terreno común para el diálogo, no se distorsiona ni se disimula en ningún momento la novedad cristiana. [A pesar de los aparentes fracasos], la Palabra evangélica dará su fruto en unos cuantos, pero no volverá «infecunda».
… «El diálogo no nace de una táctica o de un interés, sino que es una actividad con motivaciones, exigencias y dignidad propias: es exigido por el respeto profundo hacia todo lo que en el hombre ha obrado el Espíritu» .
Ante las formulaciones abstractas e intemporales, hay que volver a un lenguaje narrativo propio de los evangelios, que muestre y envíe la experiencia de Dios. […] Jesús mismo hablaba de Dios no con discursos abstractos, sino con parábolas, narraciones breves, sacadas de la vida cotidiana.
Se trata de encontrar uno lenguaje significativo que implique una acogida positiva y, a la vez, un acompañamiento.
«No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus caritas est , n. 1).
«En la raíz de toda evangelización no se encuentra un proyecto humano de expansión, sino el deseo de compartir el don inestimable que Dios ha querido darnos, haciéndonos participantes de la propia vida».
Hay un lenguaje inteligible y adecuado al interlocutor concreto, que debe corresponderse con un pensamiento, una escucha y una contemplación que inviten a leer la propia vida a la luz del Evangelio.
La inteligencia cristiana hará saber descubrir que el mensaje cristiano no se reduce a una simple deducción intelectual, sino que se traduce en una vida, en un testimonio, en una forma concreta de vivir y actuar en el mundo.
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