Lectura Espiritual
Acoger la Presencia de la Humanidad Santísima de Cristo puede darse por cauces muy diversos; inéditos algunos, procedentes de la inagotable creatividad de la fe empapada por el amor.
A veces cauces tan sencillos como la repetición del nombre de Jesús. ̶ dijimos ̶ la contemplación de cualquiera de los misterios de su Vida, o la escucha atenta de las palabras que salieron de sus labios. O la mirada puesta en un crucifijo o en un retablo, así como también la consideración de sus Llagas o de su Corazón ardiente, o el diálogo fluido con Jesús presente a nuestro lado como el amigo más fiel y entrañable…, o en la adoración eucarística, o en la comunión sacramental con su Cuerpo verdadero y su verdadera Sangre, o en el recurso del arte religioso ̶ por ejemplo, la música que para Él han compuesto los grandes maestros, y también las composiciones populares que proceden del fervor inspirado de los fieles ̶ .
En fin, todo lo que invente la fe y el amor; todo podrá ser cauce apto para abrirnos a la presencia de ese Dios imaginable, sensible, concreto; el Emmanuel, ese Dios cercanísimo que ha querido se con nosotros, para nosotros, en nosotros.
Acoger en la oración la Presencia de Jesús en su Humanidad Santísima supondrá ir teniendo hacia Él una devoción tierna e impaciente. Supondrá alimentarnos con su recuerdo, estar suspendidos de sus labios y vivir de sus sonrisas. Todo lo que nos lo haga presente encenderá los deseos de comunicación y será Él el primer pensamiento que nos ocupe cada mañana.
¿Sabemos lo que es vivir del afecto y de la ternura hacia un amigo que está cerca de nosotros? Nuestros ojos adivinarán los suyos, leeremos en su alma, el menor cambio en su actitud tendrá significado para nosotros. Nos adelantaremos a sus deseos y necesidades.
Y si eso es posible con un amigo de la tierra, que permanece en su propia individualidad, ¡cuánto podrá suponer el Amigo que ha querido hacerse íntimo, formando con nosotros un solo ser, un solo viviente! Y todo, en el ejercicio de cada día y de cada uno de los instantes del día.
Ricardo Sada; Consejos para la oración mental
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