Lectura Espiritual
A pesar de las revelaciones y las pruebas de su Amor, parecería que seguimos teniendo muy poca confianza en Él y que incluso lo apartamos de nosotros. Él quisiera que hubiera más intimidad familiar en nuestras comunicaciones, uniéndonos a Él. El amor debe apagar nuestro temor, y nunca debemos olvidar que, ante todo, Jesús nos ama. Nos elige a causa del amor que nos tiene, y sufre por nuestra falta de confianza en su amor, que ponemos de manifiesto al centrarnos en nuestras propias miserias y faltas.
No entendemos su Corazón. No nos damos cuenta de que es nuestro rebajamiento e impotencia lo que mueve su misericordia hacia nosotros. No nos damos cuenta de que reconociendo y aceptando nuestra pobreza y miseria y volviéndonos sinceramente a Él, lo agradamos y glorificamos.
Nos ama como somos. Conoce nuestras debilidades. Sabe que caeremos de nuevo. Sabe cuán poco valor pueden tener nuestros propósitos. Pero está dispuesto a salvarnos, a rescatarnos de nuestras caídas si nos volvemos a Él en humilde confesión y amorosa confianza. Y esto es así porque, ante todo, desea nuestro amor e intimidad con Él. Su ilusión es estar con nosotros, precisamente en nuestros corazones, ser buscado en ellos, y en ellos ser amado. Nos ha escogido para una vida de verdadera unión, para consolarlo y para reparar por los pecados.
Quiere que escudriñemos su Corazón, que conozcamos y participemos en sus sentimientos, que realicemos sus deseos. Nadie puede recordar su mensaje en la Última Cena sin recordar la verdad que ahí encierra. Como mi Padre me ha amado, así os he amado Yo. Permaneced en mi amor. Debemos tener en cuenta que cada palabra de las que entonces pronunció lleva un mensaje especial. A vosotros os he llamado amigos. La santidad de vida ̶ es decir, la unión con Él, que es santo ̶ es únicamente lo que nos hace verdaderamente santos. Permaneced en Mí, como Yo en vosotros. Si fracasamos en esto, fracasamos radicalmente.
Intentemos corresponderle según su deseo. Ni nuestra miseria, ni nuestra incapacidad, ni la conciencia de nuestra frialdad, ni nuestra poltronería, ni siquiera nuestros pecados, pueden retraernos de la confianza de la íntima amistad con Jesús. Es el reconocimiento de nuestra nada lo que necesita. Es la profunda pobreza de nuestra vida lo que requiere para poder colmarnos. Él está incluso dispuesto a aceptar nuestros pecados, pues nuestro Salvador y vino a cargar con ellos para redimirlos.
De ahí que nuestras miserias y limitaciones no anulan la esperanza de llegar a cumplir el deseo de Jesús de ser sus amigos, sus íntimos. Es de su propio Corazón de donde recibimos los medios y la fuerza para ser sus amigos y para consolarlo con la reparación. Jesús mismo simbolizó esto cuando intercambió con santa Margarita María de Alacoque su Corazón por el de ella. Su Corazón es la fuente de todo nuestro amor y amistad para con Él. Lo que debemos hacer es aprender a coincidir con sus sentimientos.
Ricardo Sada; Consejos para la oración mental
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