Lectura Espiritual
No se confunde la fe con el sentimiento, pero tampoco con el razonamiento. La oración no es puro ejercicio especulativo sin menospreciar, por otra parte la gran importancia de la inteligencia en la oración. La tradición cristiana sabe que para creer hay que entender, así como para entender hay que creer. Mientras más entiendo lo que creo, más luz tendré para continuar mi ascenso.
A veces nos llegarán maravillosas iluminaciones sobre tal o cual misterio de Cristo, o sobre el sentido de una frase de la Escritura. En la oración se dejará sentir el ejercicio de la inteligencia, como luz para descubrir los caminos de Dios, para considerar la enseñanzas contenidas en su Palabra, para relacionar un argumento con otro…
La inteligencia tiene, pues, un papel fundamental en la vida de oración, y si prescindiéramos de ella sería tanto como si cerráramos los ojos para no ver la luz. Lo que creemos debemos analizarlo, desmenuzarlo, ponderarlo. Dios cuenta con esa chispa participada de su propio Intelecto, y la teología no es sino la aplicación de la razón a la revelación divina. Pero la inteligencia humana tiene también sus límites.
Habrá muchas realidades terrenas y divinas que no comprendamos, y por eso debemos estar siempre abiertos a la imprescindible fe, dándole a Dios el obsequio de creer más allá de cualquier raciocinio. Lo que nos dice nuestra razón todavía no es Dios.
Él está no solo por encima de todo sentimiento sino también por encima de todo razonamiento. Lo que estamos dejando de decir -cuando tratamos de lo divino- es mucho más que lo que estamos diciendo. Y lo que nos hace trasponer esa tiniebla es, de nuevo, la fe. Ella penetra, como rayo infrarrojo, la oscuridad de la noche. El corazón abierto, rendido por la obediencia de la fe, descubre los tesoros de Dios.
La importancia capital de la fe está en que nos une a Dios en esta vida. Ni nuestros sentidos, ni nuestra razón pueden encontrar un asidero en Dios, pero la fe toca a Dios y nos mantiene en un vital contacto con Él que nos hace uno con Él.
El uso de nuestros sentidos y de nuestra razón puede, incluso, llegar a ser un obstáculo a esta unión, y así san Juan de la Cruz insiste en que estas facultades tienen que mortificarse completamente, y el alma tiene que aprender a vivir solo de la fe antes de que pueda unirse plenamente a Dios. Y puesto que la unión con Dios es la esencia de toda la vida espiritual, es evidente la importancia suprema de la fe en cada fase de esta vida; ante todo es indispensable en la oración.
Ricardo Sada; Consejos para la oración mental.
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