Lectura espiritual
¿Cómo será esto? (Lc 1,34
El evangelio nos recuerda, en 152 versículos, palabras sobre María y palabras de María. Con un recorrido que va desde el silencio de Marcos a lo poco de Mateo, donde María es la esposa en la sombra del justo José, a Lucas, pluma de la ternura, amigo de las mujeres, a la comprensión madura y desarrollada de Juan, donde María se convierte en la madre y la mujer universal.
Es lo que relanzó la declaración determinante del concilio Vaticano II, decisiva para la nueva mariología: “La verdadera devoción consiste en la imitación de las virtudes humanas y evangélicas de María. Su destino es nuestro destino” (capítulo VIII de la Lumen Gentium).
Verdadera devoción mariana es hacernos como ella: personas anunciadas, personas grávidas de Dios, servidores del reino escondido pero inexhaustos, que cuidan del Dios niño inerme entre nosotros, como ella y José en la noche de la huida; que animan la alegría y la fiesta como en Caná; que están junto a las infinitas cruces donde Cristo sigue aún crucificado en sus hermanos, los refugiados, los migrantes, los náufragos, las víctimas.
Peregrinos en la fe como ella, maestra del asombro y de las preguntas, que conservaba, meditaba y guardaba en el corazón (Lc 2,51) palabras y acontecimientos, ángeles pastores, pesebres y huidas, en busca del hilo de oro que un día mantendría todo unido e iluminado.
La verdadera devoción, ¿es quizá añadir otro título altisonante: “mediadora de todas las gracias”, “corredentora”, o más bien añadir a las letanías algo sencillo, cercano e inspirador, por ejemplo, «mujer “que se apresura”? La prisa con la que se pone en camino hacia la casa de Isabel, signo de gran libertad y de una vida apasionada y apasionante.
Verdadera devoción es hacerse cada uno prolongación de su vida, servir a Dios con seriedad y a los hermanos con ternura.
Ermes Ronchi: Las preguntas escuetas del Evangelio
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