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XXVIII Domingo tiempo ordinario / A / 2020

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En el corazón de esta Madre no hay más que amor y misericordia. Su único deseo es vernos felices. Solo hemos de volvernos hacia Ella para ser atendidos… (Santo Cura de Ars).

En la Iglesia hay dos líneas, la petrina y la mariana. Aquella se refiere a la autoridad, al Magisterio, la conducción de la Barca. En esta encontramos el regazo maternal, la calidez de un refugio seguro, la caricia de unas manos delicadas. ¿Qué matices podrá adquirir, entonces, nuestra oración en el ámbito mariano?

En este inciso diremos algo  −muy poco en realidad−, pues la riqueza de la oración mariana –como lo demuestra la piedad popular, por ejemplo en sus santuarios− es inagotable. Algo más añadiremos en el inciso sobre el Rosario. Por principio de cuentas diremos que podemos orar a María, y podemos también orar con María. Comencemos con el primer modo.

Podríamos aplicar en nuestra oración dirigida a la Santísima Virgen idénticos recorridos a los expuestos sobre la Santísima Humanidad de Jesús pues, al fin y al cabo, María está –como Jesús−, con su cuerpo glorioso ya desde su Asunción a los Cielos. No tenemos, por tanto, límites en las derivaciones contemplativas materializadas cuando es a Ella a quien nos dirigimos. Tomemos, por ejemplo, los matices particulares que empleaba san Maximiliano Kolbe.

La confianza de Maximiliano Kolbe con la Santísima Virgen se manifestaba en detalles de original cercanía. Guardaba junto a sí una imagen a la que besaba con frecuencia durante el día y antes de dormir. Con la actitud de un pequeño, confiaba a María sus objetos de uso más inmediato y personal, como los anteojos y el reloj, poniéndolos junto a esa imagen. Explicaba: «Los anteojos simbolizan los ojos: quiero que sustituyan frente a la estatuilla mis ojos viendo sin pausa a la Inmaculada; el reloj, en cambio, significa mi deseo de consagrar cada momento de mi vida a esta buena mamá».

A María le dice todo, siempre habla de Ella y le gusta revelar el secreto de su confianza. A los frailes de Niepokalanow explica la verdadera actitud del devoto de María: «No se trata de orar largamente de rodillas, sino de ser con Ella como un niño con su mamá. Es verdad que una mirada llena de amor a la estatuilla, la repetición frecuente, también con el corazón, del nombre de María, las diferentes fórmulas de plegaria tomadas de un libro de devoción… todo eso es muy bueno y es bello, pero la esencia consiste en este comportamiento filial, en sentir la necesidad de una mamá, en la conciencia de que sin Ella no podemos hacer nada…»

Ricardo Sada; Consejos para la oración mental

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