Lectura Espiritual
No es solo la belleza presente en la creación, sino también el orden cósmico y los prodigios de la naturaleza suponen otros tantos ámbitos de oración. Los cielos refieren la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Ahora podríamos decirlo con mucha mayor convicción que en los siglos anteriores viendo, por ejemplo, las impresionantes fotografías del Universo obtenidas gracias a los telescopios espaciales, o teniendo a nuestra disposición los secretos del código genético.
Estamos invitados a reconocer humildemente que tantos prodigios naturales ̶ comenzando por el sencillo hecho de que podamos razonar ̶ proceden de una Mente infinita y de una Omnipotencia inclinada del todo hacia nosotros.
Quiera Dios que nos sintamos humildemente deudores y soberanamente alegres al percatarnos, orando, de los mensajes que nos manda en la perfección de su obra. Como Copérnico, fundador de la actual teoría heliocéntrica, que en su obra principal dedicada al papa Paulo III dijo que no pudo conformarse con la teoría anterior, la geocéntrica, porque no era lo bastante armónica, no era lo bastante digna de la Sabiduría infinita del Creador del mundo.
Dios crea el mundo por pura liberalidad, para manifestar su bondad y hacer partícipes de ella a los seres inteligentes. El universo viene a ser, en consecuencia, una expresión lejana, pero real, de Él. Revela su presencia ̶ al tiempo que la oculta ̶ y la creación tiene, por ello, un sentido sacramental. Las criaturas son ̶ con plena realidad ̶ cosas: existen en sí mismas y resultan, por tanto, un tema para la ciencia. Pero aún más profundamente, son signos, y nos hablan de Dios.
Encontramos un último motivo para ejercitarnos en la oración cósmica: los avances logrados por el hombre contemporáneo. Sin duda que la inteligencia humana es una epifanía de su Creador y, mientras más progresa, manifiesta mejor la grandeza de la Sabiduría divina. La materialidad de nuestra masa cerebral está sin duda penetrada del Espíritu divino. El Pseudo Dionisio lo argumenta así:
El amor de Dios al hombre envuelve lo espiritual en lo sensible,
lo sobre esencial en el ser, da forma a lo sin forma y,
a través de una diversidad de símbolos, multiplica
y da figura a la Simplicidad sin figura.
Si nuestra capacidad de razonar ̶ el haber podido seguir hasta aquí esta argumentación, o cualquier otra ̶ , revela al Espíritu divino presente en nosotros.
Ricardo Sada; Consejos para la oración mental
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