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XXV Domingo tiempo ordinario / A / 2020

Leer la Hoja Dominical

 


Lectura Espiritu
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Cuando ejercitamos la vida teologal ante la Eucaristía, Jesús nos permite vencer nuestro círculo estrecho limpiando la oscuridad de nuestros ojos. Nos va haciendo, en la cercanía de su Presencia, capaces de nueva visión y de amor incondicional, respondiendo a los desafíos de la vida con esperanza firme. Fluye su Vida estimulando nuestra vitalidad espiritual y apostólica… La Eucaristía es el don más grande que Cristo ofrece permanentemente a los hombres. No acudir a su llamada  ̶ no permanecer largos y serenos espacios de tiempo en su cercanía ̶  supondría cegarse ante un inefable prodigio de Dios y condenarse a morir de sed cuando estábamos tan cerca de la fuente.

Como Moisés en la zarza ardiendo, la Presencia Real crea un espacio sagrado. Quítate las sandalias porque el espacio que pisas es santo, dijo Yahvé al caudillo. Tan pronto como llegamos a la cercanía del Dios escondido, nos encontramos en un ámbito de santidad, de la cual hemos de hacernos conscientes. Hacernos consientes también de que nosotros somos lo no-santo, esto es, lo mundano, lo profano, incluso lo culpable. Deberíamos, como Pedro, decir apártate de mí, que soy un pecador…sin embargo, al mismo tiempo, caemos en cuenta de que necesitamos absolutamente de ese Dios Santo, y de que permanecer en su inmediatez es para nosotros cuestión de vida o muerte.

Por eso la oración ante la Eucaristía es la viviente puesta en práctica de la adoración; ahí donde advertimos que Dios es absolutamente grande y nosotrosabsolutamente pequeños. En la adoración nos postramos ante Dios no solo porque es absolutamente grande y poderoso, sino porque adorarlo es en sí verdadero y justo: te adoro porque eres digno de ello. He reconocido que Tú no eres solamente Realidad, sino Verdad; no solamente Poder sino Bondad; no solamente Fuerza y Potencia, sino Valor y Sentidos infinitos.

La adoración es de gran importancia, no tan solo para la vida religiosa del hombre sino también para su vida espiritual en general. La existencia humana auténtica se fundamenta en la verdad, y la verdad es que Dios, y solo Dios, es lo que existe en sentido propio, y que el hombre es solamente hombre, esto es, creatura de Dios, dependiente de Él. La salud espiritual del hombre depende de que reconozca con toda seriedad esta verdad.

Debemos, por tanto, ejercitarnos en la adoración. Debemos recogernos, presentarnos ante la grandeza de Dios y postrarnos ante ella con reverencia y libertad de corazón. Con ello nos situaremos en la verdad  ̶ en la verdad de la vida, ̶  y se ordenarán las relaciones de la existencia humana, estableciéndose sus criterios adecuados. Esta verdad nos sanará espiritualmente y pondrá en su debido lugar todo aquello que la confusión y el engaño de la vida ha desordenado. Nos vivificaremos espiritualmente y podremos comenzar de nuevo.

Ricardo Sada; Consejos para la oración mental

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