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IV Domingo de ADVIENTO / C / 2021

Leer la Hoja Dominical

 

Lectura espiritual

EL PADRE (4). Todo es uno y ese uno es amor

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. NUESTRO PAN COTIDIANO DÁNOSLO HOY; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal. (Mt 6,9-13)

 Al igual que a la palabra Padre, a la palabra pan sigue el término nuestro, lo que significa que también pedimos pan para los demás.

Pedimos el pan para nuestra supervivencia y para nuestra transformación, pero -¡atención!- sólo el pan que hoy estamos en condiciones de recibir. Porque si recibiéramos el pan de mañana -como tantas veces pretendemos-, abortaríamos toda confianza en el futuro. Nos instalaríamos entonces en la seguridad, y la seguridad, como debería saberse, no es uno de los nombres de Dios. El riesgo, en cambio, sí que es una vía de entrada al Reino del que habla Jesús.

Si pedimos el pan de hoy -por otra parte-, es que somos pobres; no lo pediríamos si no lo fuéramos. Si no somos pobres -ésta es la consecuencia-, no podemos rezar el Padrenuestro. Esta pobreza estructural del discípulo tiene, desde luego, muchas implicaciones. Porque no se trata únicamente de que almacenar el pan de mañana quita a tu prójimo el de hoy (lo que es reprochable de por sí), sino que tener el futuro en tus manos impide que disfrutes del presente. De modo que un pan que no sea de hoy no es bueno. La consciencia es del presente; del futuro no hay consciencia, sólo proyecto e ilusión.

En esta petición del Padrenuestro no clamamos sólo por lo material, como habitualmente se entiende, sino también por lo espiritual. Porque además del pan de trigo, a diario necesitamos de otros alimentos, por no decir que necesitamos del universo entero del que formamos parte, y que por eso pedimos. Pedir el pan es pedir el universo. Pedir es reconocer confiadamente nuestra condición indigente. Es aceptar que no somos completos ni autosuficientes. Alegrarnos porque podemos recibir o, lo que es lo mismo, porque hay alguien que nos precede y que nos da. La única petición que Dios atiende es la que pide para hoy.

(Inspirado en el libro: Biografía de la luz, de Pablo d’Ors)

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