Lectura Espiritual
Medio por el cual nos entregamos a Dios y nos unimos a Él. El Pseuo-Dionisio, escritor griego del siglo VI, plantea la oración como compromiso. Porque la oración no es solo elevatio, ni solo coversatio, ni solo escucha, es también disposición de entrega. Entrega como presupuesto de la unión.
Dos contrarios no pueden caber en un sujeto, repite san Juan de la Cruz, y de lo que ahora se trata es de un acto de abandono -nos entregamos a Dios- y, como consecuencia, nos unimos a Él. Dejo mi yo por el yo de Cristo.
Buscar la unión de voluntades y pensamientos. Quiero lo que quieres, y por eso deseo escuchar tu voz, para darte siempre lo que me pides. Porque hay un modo de destinar la oración al fracaso, y es aquel en que nos empeñamos en mantener nuestra voluntad en oposición a la del Otro. En tal caso, la conversatio se manifestaría de inmediato como algo incómodo, pues en la unión no cabe seccionar: esto sí, aquello no. La entrega reclama todos los campos y es incondicional.
Cuando Margarita María de Alacoque pregunta a su Maestra cómo hacer oración, ésta, que la ha observado bien, se limita a responderle: “Vaya a ponerse delante de nuestro Señor, como un lienzo ante el pintor”.
La enseñanza del Pseudo-Dionisio nos haría decir a Dios: Aquí estoy, extendido como este lienzo, para que pintes lo que quieras. Haz de mí según te plazca porque sé que, entregándome a Ti, podrás unirme contigo. Pintarás en mi alma la imagen de Ti mismo, y tu poder infinito hará el milagro; me unirás a Ti tanto que al final seremos uno.
Al orar buscamos, pues, identificar nuestro querer con el querer divino. En la carta a los Corintios dice san Pablo: ¿Qué consorcio puede haber entre la luz y las tinieblas? La luz divina no se asentará en el alma mientras ésta permanezca voluntariamente cerrada a alguna de las exigencias del amado.
Esto podría producirnos algo de pánico. Pensar que si le abrimos palmariamente la puerta para que tome de nosotros lo que quiera -salud, dinero, seres queridos, aficiones-, Dios nos dejará en un oscuro vacío. Olvidamos que Él sabe mejor que nadie qué podemos darle y qué no, y es muy posible que nos deje gozar apaciblemente los muchos bienes que generosamente nos ha concedido. Pero sí espera una disposición total, porque es regla del amor tal apertura. Una entrega como la suya no se conforma con una entrega parcial de nuestra parte. La esperará también plena, aunque sea muy poco lo que podamos ofrecerle, y ni siquiera sepamos lo que seríamos capaces. Pero es precisa esa actitud, porque si no la diéramos nos colocaríamos al margen de las reglas del amor.
Ricardo Sada; Consejos para la oración mental