Ninguna familia es perfecta. El amor es exigente, aunque no exista alegría más grande. Hay muchas formas de acercarse al ideal de familia cristiana (ver “La alegría del amor” 32-57). Pero todas tienen en común el respeto por el otro y el amor duradero, valores que las convierten en un tesoro a proteger.
“Al hablar de las familias, muchas veces me viene a la cabeza la imagen de un tesoro.
El ritmo de vida actual, el estrés, la presión del trabajo y también, la poca atención de las instituciones, pueden ponerlas en peligro.
Por eso necesitan la ayuda de los organismos públicos y las empresas.
No es suficiente hablar de su importancia: es necesario promover medidas concretas y desarrollar su papel en la sociedad con una buena política familiar.
Pidamos a Dios para que las grandes opciones económicas y políticas protejan la familia como el tesoro de la humanidad.”
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