Lectura Espiritual
Cualquier profundización en la existencia, cualquier presentimiento del misterio ante el amor, la belleza o la muerte va encaminado al amor. No obstante, según Evregio, para que haya verdadera oración, en el sentido cristiano de la palabra, es necesario establecer una relación personal con el Dios vivo, una conversación.
El término debe tomarse en un sentido amplio: puede ser una escucha silenciosa, un grito de angustia o una celebración, y puede ser la respuesta de Job. La disposición que necesitamos sería en el momento de mayor preocupación recordar que Dios existe y que nos ama, que no estamos solos, ni perdidos, ni sin sentido ante la nada o el horror, que existe Otro a quien podemos acceder por medio de Jesús, profundizando en nuestro ser.
La estructura de la oración cristiana es, pues, profundamente personalista -mi yo al encuentro del Tú de Dios-, y comporta siempre un éxtasis, un salir de uno mismo sin el cual el amor no se desarrolla. Aquí puede fracasar, y de hecho fracasa, la oración de muchos cristianos que han perdido el contacto con la persona de Cristo, y no con-versan con Él. Quizá elucubran al orar, quizá razonan aspectos de la lucha ascética o mantienen monólogos que les aclaran las ideas; quizá sus ratos de oración les sirven para organizar la jornada o sacar propósitos… pero, ¿conversación?
Esta manera de orar, la confianza y la seguridad de una Presencia dialogante, permanece aún, por desgracia, oculta para muchos. Es algo que siempre nos queda por descubrir, al menos en toda su experiencia. Lo advierte Jean Lafrance:
“La mayoría de los cristianos, sean progresistas o integristas, carecen de alegría. Algunos tienen lo que llaman una fe muy sólida, muy intelectual; otros crecen de eso; pero la mayoría han perdido el contacto con la persona de Cristo. Y un cristiano que no se relaciona con Jesucristo, que no es capaz de hablarle, de escucharlo, no es un cristiano sólido, aunque tenga una fe profunda y tradicional, aunque sea muy generoso.
Un cristiano es alguien que desea verdaderamente encontrar a Jesucristo, que tiene sed de Él; esa es nuestra originalidad frente a cualquier otra creencia. Pensad en un musulmán, pensad en un marxista, pensad en un budista; lo que constituye su doctrina y su fe es que estudia la vida de Mahoma, la vida de Marx, la vida de Buda; pero ninguno dirá al entrar en su casa por la noche: voy a hablar con Mahoma, voy a hablar con Marx, voy a hablar con Buda. Nosotros, en cambio, tenemos la posibilidad de encontrar a Jesucristo… este contacto con Jesucristo es lo que hace un santo, un hombre que busca, que lo busca.
Podéis pasar junto a un santo sin percataros de ello. No se le advierte; está muy oculto. No os dais cuenta de que apenas tiene unos instantes libres, reanuda el contacto con Cristo. Buscar a Jesucristo es un poco como la radio. A menudo hay parásitos; la escucha no es buena; pero con paciencia, con mucha paciencia, se logra captar la palabra del Salvador; y cuando se le ha oído dos o tres veces, no se puede prescindir de ella y se busca incansablemente la palabra de Dios, el cielo”.
Ricardo Sada; Consejos para la oración mental