Lectura espiritual
19. LA MISIÓN. Éste es tu momento
Fue a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró un sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías. Lo desenrolló y dio con el texto que dice: El espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a […] dar la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor. Y enrollando el libro, se lo dio al ministro, y se sentó. LOS OJOS DE TODOS EN LA SINAGOGA ESTABAN FIJOS EN ÉL. Y empezó diciéndoles: Hoy se ha cumplido esta Escritura ante vosotros. (Lc 4,16-21)
Nadie debería guardar para sí lo que ha recibido para bien de todos. Una vez que su experiencia iniciática del bautismo había sido probada en el desierto, Jesús se presenta en la sinagoga ante su comunidad religiosa. La iluminación nunca deja a su protagonista encerrado en su vida privada o en su mundo particular, sino que le conduce a exponerse a la vida pública.
Nosotros preferimos quedarnos en el calor de nuestros hogares, donde nadie nos haga preguntas difíciles o comprometedoras. Donde nadie ponga en tela de juicio nuestros grandes o pequeños descubrimientos. No callamos por timidez; mucho menos por humildad, sino por cobardía: tememos que se ponga de manifiesto que no somos tan valiosos como parecíamos. Tenemos miedo de la verdad.
Jesús se limita a leer un pasaje del profeta Isaías, es decir, un venerable texto de su tradición. Todo verdadero maestro ayuda a examinar las propias escrituras, la propia historia. Utiliza el pasado para comprender el presente. El espíritu se dice en la cultura.
Cabe suponer que Jesús se emocionó al proclamar: el Espíritu del Señor está sobre mí, puesto que me ha ungido. Está descubriendo en ese preciso momento, ante su auditorio, que la Palabra de Dios puede y debe leerse en clave personal, personalísima. Porque, como al profeta Isaías, también a él se le había ungido para tareas muy concretas.
Primera tarea: anunciar la esperanza a los pobres. No sólo a los pobres materiales, sino a los que se siente oprimidos y humillados, los olvidados, los sedientos… Pobres son todos los que sienten hambre y sed. Sin sed no hay nada que hacer. Nada puede hacer Jesús por quienes no lo desean.
Segunda tarea: dar la vista a los ciegos, iluminar. No sólo quienes no ven lo de fuera, sino sobre todo lo de dentro. El verdadero problema es que no vemos, que no escuchamos. Jesús es maestro precisamente porque enseña a abrir los ojos y los oídos. Porque nos saca de nuestra cerrazón.
Tercera tarea: liberar a los cautivos, ayudar y quitar sufrimiento. Cautivos no solo los juzgados, condenados y encerrados por algún delito, sino todos los que somos víctimas de alguna dependencia o algún apego que nos ha robado la libertad.
Esto que acabo de leeros se cumple en este momento. Aquí y ahora es cuando se está realizando. Hoy es el tiempo de la gracia. Es ahora -y no después- cuando puedes despertar, éste es tu momento para liberarte y liberar. Éste es tu año de gracia, el día que estabas esperando, el instante en que confluyen todos los instantes de tu historia. Cada uno de nosotros está llamado a decir: El Espíritu está sobre mí. Tengo una misión a cumplir y voy a cumplirla.
(Inspirado en el libro: Biografía de la luz, de Pablo d’Ors)