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Lectura espiritual¡Oh Señor Jesús, [haciéndote hombre] nos has mostrado el inmenso amor de Aquél que te ha enviado, tu Padre celestial! A través de tu corazón humano vislumbramos tenuemente el amor divino con el que somos amados y con el cual tú nos amas, porque tú y el Padre sois uno. ¡Es para mí tan difícil creer plenamente en el amor que surge de tu corazón…! Soy inseguro y timorato, estoy indeciso y desalentado. Mientras que de palabra digo que creo plena e incondicionalmente en tu amor, sigo buscando afecto, apoyo, aceptación y elogios entre los demás, esperando de los mortales aquello que sólo tú me puedes dar. Oigo claramente tu voz: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados y yo os aliviaré… que soy sencillo y humilde de corazón” (Mt 11,28ss); sin embargo, corro en otras direcciones, como si no confiara en ti y, de alguna manera, me sintiera más seguro en compañía de personas que tienen el corazón dividido y, a menudo, confuso. ¿Oh Señor, ¿por qué deseo con ansia recibir halagos y cumplidos de las demás personas, incluso cuando la experiencia me enseña lo limitado y condicionado que es el amor que viene del corazón humano? Son tantos quienes me han demostrado su amor y su cariño, tantos los que me han dirigido palabras consoladoras y estimulantes, tantos los que han sido tan amables y me han manifestado su perdón…, pero nadie ha llegado al hondón, a ese lugar profundo y recóndito donde residen mis temores y esperanzas. Sólo tú conoces aquel sitio, Señor […]. Tu corazón está tan deseoso de amarme, tan inflamado de fervor, que me reaviva. Quieres darme un techo, un sentido de pertenencia, un lugar para vivir, un cobijo donde resguardarme y un refugio donde me sienta seguro […]. Confío en ti, Señor, sigue ayudándome en los momentos de duda y desengaño. H. J. M. Nouwen . |