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Lectura espiritual
¿Cómo será esto? (Lc 1,34 “¿Cómo es posible que yo sea madre?”. La verdadera devoción es ser como ella, tienda humilde del Verbo, movida únicamente por el Espíritu Santo. La verdadera devoción no consiste en las muchas devociones, sino en convertirse en madres de Cristo, en darle carne y sangre, importancia y peso en nuestra vida. La verdadera devoción no es pedir que ella nos ayude sino, como ella, ayudar a Dios a encarnarse en estos caminos, en estas casas, en estos abrazos. “¿Quién es mi madre?” (Mt 12,48) otra pregunta rotunda de Jesús. El que hace la voluntad del Padre. Su voluntad es única: que la persona adquiera más conciencia, más libertad, más amor. Las tres directrices establecidas por Dios en la creación. Entonces no rezo a santa María para obtener protección, sino para algo mucho más grande: para obtenerla a ella, su forma de creyente apasionada y gozosa, libre y fuerte. El orante, más que ser socorrido, pide ser transfigurado, transformado en ella, “icono esplendoroso / de nuestro futuro, / belleza altísima / y dulce, hermana” (David Maria Moontagna). En María, pues, cada uno redescubre el alfabeto de la vida. Se redescubre a sí mismo como casa, en la cual el Misericordioso sin casa, busca casa. En María el devoto es hecho vientre capaz de ternura, de conmoción, de piedad: boca que se abre en la alabanza del Magnificat, con ojos abiertos sobre el dolor de la persona hasta llorar, oído atento a percibir el gemido de la historia hasta arder, pies prontos para correr al encuentro del otro, manos abiertas al don de la paz. Santa María nos enseña por fin a acoger, letra por letra, la más bella palabra de Dios, que es la vida de cada uno: mi carta sois vosotros, escrita no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne de vuestros corazones (2Cor 3,3)). Tú eres la más bella palabra de Dios, donde recobra su gestación el camino perenne de la encarnación. Ermes Ronchi: Las preguntas escuetas del Evangelio
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