Lectura espiritual
LA RESPUESTA. De lo que eres puede salir algo muy bueno
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les dice: ¿Qué buscáis? Respondieron: Rabí (que significa maestro), ¿dónde vives? Les dice: Venid y lo veréis. Fueron, pues, y vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde. […] Felipe encuentra a Natanael y le dice: Hemos encontrado al que describe Moisés en la ley y en los profetas, Jesús, hijo de José, natural de Nazaret. Replica Natanael: ¿DE NAZARET PUEDE SALIR ALGO BUENO? (JN 1,38-39; 45-46)
La primera pregunta del Maestro no puede ser sino ¿qué buscáis?: se trata de la gran cuestión, la única realmente determinante. ¿Qué busco en este momento de mi vida, si es que busco? ¿A quién sigo, si no es que tengo mi esperanza arruinada? ¿Cuál es mi sed esencial? Todo nace de esto. ¿Voy tras algo o tras alguien que me ayude a vencer la oscuridad? Jesús les interroga directamente porque no quiere que se lleven a engaño. ¿Buscas reconocimiento social, matar el tiempo, abrigo emocional…, o le buscas a Él, más allá de tus indigencias?
La pregunta, cada día, cada hora, cada minuto… si estamos atentos la escucharemos siempre. De nuestra respuesta dependerá nuestro progreso espiritual. Avanzaremos si de verdad queremos estar con Él. Vemos en la medida en que vamos.
Los discípulos no le responden que buscan la iluminación, o la paz del mundo, o la plenitud personal… no dicen que quieren ser felices, solucionar sus problemas, contribuir a la justicia social o al bienestar del mundo… Dan con la única contestación que un maestro puede aceptar de su discípulo: ¿dónde vives?, es decir, quiero estar contigo, te busco a ti, puesto que tú me vas a abrir el camino hacia mi mismo. Buscamos el maestro interior, buscamos al Señor de nuestra conciencia, buscamos el núcleo más profundo: es allí donde queremos vivir.
En la fase inicial, más que al mensaje, solemos prestar atención al mensajero. En los comienzos llama más la atención lo externo que lo interno. Pero hasta que no vayas al desierto, no escucharás la voz que acalla todas esas preguntas -tan mentales- y no obedecerás esa voz que dice: Ven y lo verás, ven y lo escucharás. De lo que se trata, por tanto es de ponerse en marcha, de empezar a caminar, de arrancar; luego vendrá la visión, la misión y todo lo demás.
Un primer obstáculo: ¿Yo? ¿Con lo que yo soy? ¿A estas alturas? Pero ¿puede salir algo bueno de mí? Ven y lo verás. Debes venir; de lo contrario, no podrás verlo. Si no te pones en movimiento, no hay nada que hacer. No te pido que creas, sino que te muevas. Solo te pido que vengas y abras los ojos.
Si emprendes el camino espiritual no esperes ver fuegos artificiales ni milagrosas maravillas. Lo que vas a ver es lo que aparentemente ven todos. Ahora bien, si no te cansa de mirarlo, si mantienes la mirada, en ese hijo de José vas a ver a Aquel de quien escribieron la ley y los profetas. Vas a ver a Cristo Jesús. No te lo vas a inventar, lo vas a ver. Casi todo es invisible a primera vista.
La esperanza, como el amor, puede verse realmente. La esperanza no es ni mucho menos una simple idea o una mera ilusión, sino que existe en carne y hueso en algunos hombres y algunas mujeres. Hay en ti un futuro que cumplir. Ven y verás cómo puede seguir saliendo de ti belleza y bondad.
Felipe ha visto y ha oído; y es testigo ante Natanael. La esperanza depende del testimonio. Pasa de persona a persona. Alguien te invita y tu vas. Escuchas algo y te fías. Ves y comprendes que ahí hay algo que es de verdad. No hay espiritualidad que no pase por los sentidos.
¿De Nazaret puede salir algo bueno? Puedo, yo, dar algún fruto todavía? ¿Sirve para algo lo que hago? ¿Tiene sentido que aún esté aquí, entretenido con esto que tengo entre manos? Tú mismo, aunque no lo creas eres luz. De Nazaret, esto es, de lo que somos, puede salir definitivamente algo bueno.
(Inspirado en el libro: Biografía de la luz, de Pablo d’Ors)
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