Butlletí Full Parroquial |
Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.
Lectura Espiritual
Jesús con la samaritana en el pozo de Sicar. (Jn 4,5-29)
Sentarse a solas y en silencio con la propia verdad.
La escena tiene lugar junto a un pozo, un espacio espiritual muy claro: se trata de entrar en lo más profundo de uno mismo para allí saciar nuestra sed o anhelo existencial. Cristo es el agua y, curiosamente, es él mismo quien la pide. Esto hace añicos nuestra habitual imagen de un Dios poderoso y nos sugiere, por contrapartida, que no somos tanto nosotros los que buscamos a Dios cuanto Él quien nos busca a nosotros, él es el Necesitado. Esto es lo esencial para entender el mensaje de Jesús. De modo que no se ora para ser fuertes sino para ser frágiles.
Lo que Jesús pide, por otra parte, es agua. Un Dios que tiene sed. Sede de nosotros. No tanto un Dios fuente (que también), sino sobre todo un Dios sediento. Me pregunto no sólo cuál es mi sed fundamental, sino qué sucedería si acudiéramos al culto religioso no tanto para beber de Dios cuanto para que Dios bebiese de nosotros.
Jesús procura ayudar a la mujer a que salga de su superficialidad: si conocieras el don de Dios. Con suma paciencia, Jesús la va conduciendo para que vaya más allá de lo histórico y accidental, para que se centre en las necesidades del alma. Pero, como la mayoría de nosotros, esta mujer se resiste a ascender al nivel espiritual: si no tienes cubo… Solemos estar tan enredados con lo material que difícilmente damos el paso a lo espiritual.
Algo, sin embargo, ha empezado a moverse, puesto que la mujer saca a colación el pozo de Jacob, es decir, la sabiduría de los antepasados. Jesús avanza poco a poco. Por fin, acorralada y casi insolente, la samaritana no soporta más la tensión: Dame de beber, le pide al fin. Dame a Cristo, le está diciendo. ¡Por supuesto que no quiero tener sed nunca más! ¡Quiero el agua de la vida! Es el momento en que, tras bastantes titubeos, comienza de verdad para esta mujer su camino espiritual. Sólo cuando el corazón se ablanda pueden abordarse los asuntos personales. Y no puedes tener a Cristo si no saneas tu núcleo afectivo. Si quieres que Cristo entre en tu corazón, pregúntate donde tienes tu corazón.
Pero todavía le queda una resistencia, la última de toda búsqueda espiritual, que siempre es religiosa. La tentación de la religión es la de quedarse fuera (en los lugares de culto), no tomar la forma como ocasión para saltar al fondo. Incluso en lo religioso y en lo espiritual nos agarramos a lo externo, que es tanto como decir lo mágico (puesto que una religión que no esté alentada por una fuerza interior queda reducida a magia o folclore).
El centro del evangelio, lo esencial nunca es el pueblo o la raza, el libro sagrado o la tradición, sino adorar en espíritu y verdad, es decir, desde lo interior. La oración contemplativa es, a fin de cuentas, sentarse a solas y en silencio con la propia verdad.
La mujer corre a compartir el despertar de su corazón: Venid a ver a un hombre, dice a quienes la rodean, y les contagia su iluminación. Porque si algo nos enamora, por fuerza lo proclamamos a los cuatro vientos. Por una extranjera -éste es el mensaje-, por una mujer y además impura, llega a toda aquella gente la salvación.
Este encuentro entre Jesús y la samaritana sucede a cada rato en nuestro interior, si es que estamos sedientos y acudimos al pozo. Nosotros somos esa mujer del cántaro vacío, llena de prejuicios nacionalistas, tradicionalistas y religiosos. Nosotros somos esos extranjeros impuros que tienen agua a su lado y que, ignorantes, discuten en vez de beber.
Pablo d’Ors, Biografía de la luz