Lectura espiritual
“¿Qué buscáis?”, nos repite el Señor a nosotros, reunidos ahora en esta [capilla]. ¿Qué hemos venido a buscar aquí?
Todos somos iguales ante estas palabras, con las cuales Jesús me concede el derecho de estar inseguro, de no tenerlo todo claro.
“¿Qué buscáis?” significa: ¿cuál es tu deseo más profundo? ¿Qué es lo que más deseas en la vida?
Jesús viene a evangelizar nuestro deseo, es el verdadero maestro, exégeta e intérprete del deseo; nos enseña a no sentirnos satisfechos; enseña hambre de cielo, “la picazón de “lo más” (Luigi Ciotti). Mientras susurran a nuestro alrededor: has llegado, date por satisfecho; después de todo has hecho mucho bien…
Jesús salva la grandeza del deseo, y lo salva de la depresión, del empequeñecimiento, de la banalización. Y se convierte en maná para nuestros desiertos.
Jesús no pide en primer lugar renuncias o sacrificios, ni que nos inmolemos en el altar del deber o del esfuerzo; pide ante todo que volvamos a entrar en el corazón, que le comprendamos, que conozcamos qué es lo que más deseo, que te hace feliz, qué sucede en tu interior.
Pide que escuchemos el corazón. […] dios no ve lo que ve la persona. Los hombres y las mujeres ven las apariencias, el Señor ve el corazón (cf 1Sam 16,7).
Lo que los exegetas llaman la “regla de oro” (trata a los demás como deseas que ellos te traten: cf Lc 6,31) nace así: tu comprenderás lo que debes dar a los otros solamente cuando comprendas lo que deseas para ti.
Aprende a dar al otro lo que te hace bien a ti: la palabra que hace realmente bien, la sonrisa no fingida […]. ¿Quieres para ti misericordia, respeto, comprensión, que apenas se dé importancia a tus errores, que no se hable a tus espaldas? Esto es lo que debes hacer a los otros. Pero solo puedes hacerlo si has escuchado antes las preguntas del corazón. Prodigiosa contracción de la ley: ¡vuelve al corazón!
Jesús formula muchas otras preguntas sobre el corazón: “¿Qué quieres que haga por ti?” (Mc 1,51) […]. Para el leproso o el ciego de Jericó es fácil de responder. Para Santiago y Juan es un sueño de poder: sentarse el uno a la derecha y el otro a la izquierda del Señor. ¿Y yo qué sueño?
[…] Salomón pide su tesoro: “Concede a tu siervo un corazón prudente”, dame un corazón que sepa escuchar […] Sin este corazón no gobiernas ni tu casa, ni tu oficina, ni tu pequeña o gran parroqui, ni tu mundo interior […].
También el pequeño Samuel -“Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1Sam 3,9-10)- conoce al Señor en la escucha, en la primera de muchas otras noches.
La escucha es el primer servicio que se ha de prestar a Dios y a las personas. Escuchar no es oír. Oír es un hecho sensorial, escuchar es un hecho interior.
El arte de escuchar: como los niños, que escuchan con los ojos; como un enamorado, con todo mi ser.
Ermes Ronchi, Las preguntas escuetas del evangelio
|
Per publicar un comentari heu de iniciar sessió.