Lectura Espiritual
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús. (Mt 1,18-21; 24-25)
- Un hombre ama a su mujer que, según parece le ha sido infiel.
- José se pregunta qué ha de hacer: ¿o repudiar a su prometida, como ordena la ley, o la acoge, desobedeciendo lo prescrito? ¿La religión o el amor?
- ¿Dios quiere torturarme, dándome primero a esta persona para después quitármela? Defraudo a Dios si no cumplo sus leyes; pero también lo defraudo si abandono a esa mujer.
- Repudiar a María le parece una decisión “justa” i “caritativa”, humanamente hablando: el carga con cierto desprestigio y, a cambio, ella se salva.
- Pero no le acaba de convencer; ha de haber algo más, una solución a la que no es capaz de llegar con sus razonamientos. Y decide poner el “asunto” en manos de Dios. ¡Buena decisión!
- Esa noche tuvo un sueño. Al despertar tenía la respuesta de Dios: acogería a María y a su hijo, como esposa, y a ese niño le daría el nombre de su casa, la casa de David. La respuesta del ángel ha sido: no te desentiendas del problema, no sacrifiques a esa mujer y al niño; sacrifícate tú, date cuenta de que tú eres siempre la cuestión.
- José no solucionó su problema con la mente sino con el espíritu. Quizás no entendió nunca lo que había pasado, pero confió en Dios y en su mujer, y vivió feliz con ella.
- No rompió con las leyes sino que fue más allá de las leyes. Lo dirá Jesús: “No he venido a abolir la ley, sino a llevarla a plenitud”, aunque a veces parezca lo contrario, la gente no lo comprenda e, incluso haya consecuencias desagradables.
- Pero -sabemos- que ciertas decisiones marcan toda una vida. Y que hace falta un corazón puro para saberlas llevar sin acritud y con alegría. Amar a María como esposa; amar a Jesús como hijo, con corazón puro, es decir, desinteresadamente, sin reservas de ningún tipo; y haciéndolo cada día, cada momento. Haciendo en cada momento lo que ha de hacer, y hacerlo poniendo en todo atención y amor.
- ¿Cómo puede vivir así, durante años? El Espíritu de Dios no le abandona nunca y a Él se aferra. No entiende a Dios pero confía en Él.
- Y por ese camino llega a la luz. No es el conocimiento lo que nos hace fecundos, sino la fecundidad la que nos da conocimiento. La verdad es fruto del amor. No puede haber verdad si no hay amor.
(Inspirado en el libro: Biografía de la luz, De Pablo d’Ors)