Lectura Espiritual
LA LECTIO DIVINA
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS (Mc 4,21-25)
En aquel tiempo decía también a la gente:
—¿Acaso se trae la lámpara para taparla con una vasija de barro o ponerla debajo de la cama? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto que no haya de ser descubierto; nada secreto que no haya de ponerse en claro. ¡Quien tenga oídos para oír que oiga.
Les decía además:
—Prestad atención a lo que escucháis. Con la medida con que vosotros midáis, Dios os medirá, y con creces. Pues al que tanga se le dará, y al que no tanga se le quitará incluso lo que tiene
Palabra de Dios.
LECTIO (¿Qué dice este evangelio?)
Los breves versículos que componen el pasaje de hoy contienen algunas sentencias que completan e iluminan el mensaje central ofrecido por la parábola de la semilla y del sembrador. Se subraya, en particular, la necesidad de convertirse en anunciadores fieles e incansables de la Palabra recibida: todo don se convierte en un deber.
Una comparación tomada de la vida ordinaria sirve para introducir la enseñanza que Jesús quiere proporcionar a sus colaboradores más allegados. «¿Acaso se trae la lámpara para taparla con una vasija de barro?» La pregunta es tan sencilla que hasta un niño podría contestarla sin dificultad; en consecuencia, tanto más claras e inequívocas resultarán también las exigencias del seguimiento de Cristo.
A los apóstoles —y a todos los cristianos— les ha sido manifestado el secreto del Reino de los Cielos; ellos, como portadores de la luz divina, se han convertido por eso en lámparas: ya no pueden permanecer escondidos; su tarea concreta es la de iluminar a los otros, guiarles hacia la Luz verdadera. He aquí, pues, que vuelve, apremiante, la invitación —más aún, el compromiso— de escuchar: los apóstoles no pueden anunciar nada de su propia cosecha, sino solo lo que han recibido, con una fidelidad y humildad extremas: son discípulos del único Maestro. Les ha sido dado un gran tesoro, pero con él se les ha confiado asimismo la responsabilidad de hacerlo fructificar; si llegara a faltar el fruto por un descuido voluntario, sería señal de que se ha rechazado antes que nada al Dador, cerrándose así a la vida y al amor, abocándose a la muerte.
MEDITATIO ¿Qué me dice, a mí?
ORATIO ¿Qué respondo, que le digo yo a Jesús?
CONTEMPLATIO Que cesen las palabras; ¡mírale!
ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Gratis habéis recibido, dad gratis» (Mt 10,8).
Per publicar un comentari heu de iniciar sessió.