Lectura Espiritual
Quien permanezca atento y busque secundar la inspiración del Paráclito (el Espíritu Santo) que actúa a través de las virtudes teologales y los dones, llegará mucho más pronto, más alto y con menos trabajo que si se entretuviera en las prácticas ordinarias de la pura ascética.
Es este un punto de gran importancia: subordinar la actividad natural del alma a las virtudes propiamente sobrenaturales, especialmente a las tres virtudes teologales (Fe, esperanza y Caridad).
Estas virtudes, por su carácter infuso y sobrenatural, son muy superiores a la actividad natural del espíritu: estudio, filosofía, teología… en la práctica, podemos dar más relevancia al esfuerzo personal, a la dedicación de la profesión, a los proyectos apostólicos basados en cálculos humanos, que a la fe, al amor a Dios, a la contemplación, a la centralidad de la Eucaristía…
Es importante, pues, comprender que el Espíritu Santo pide de nosotros fundamentalmente un estado receptivo, pasividad, en el que ya no somos nosotros propiamente quienes obramos, sino Dios en nosotros y por nosotros, pues ya no actuamos ̶ como se actúa en la vida puramente activa o ascética ̶ según las propias iniciativas, ni siguiendo prioritariamente las normas de nuestra razón, sino según la moción y las normas divinas.
Se trata de dejarse conducir, de saber oír, de trascender los modos puramente naturales para colocarse bajo la luz de las iluminaciones superiores de la fe, la esperanza, la caridad, los dones. Es así como ese nuevo proceder resulta sobrehumano y divino, propio de los hijos de Dios.
Lo característico de la vía mística es el mayor influjo de los dones. Sin ellos, nos sería imposible llegar a la plenitud y madurez de la vida cristiana. Si diéramos más oportunidades al Espíritu Santo se haría realidad lo que nos parece imposible, y seríamos testigos de lo que ocurre cada primavera cuando brotan flores en el tronco seco.
Abrir las ventanas al vendaval del Espíritu nos descolocará muchas seguridades, para dar paso a un orden nuevo, pues detrás de cada vendaval vendrá un ámbito que no es el de antes. Si al menos diéramos cabida en nosotros a un pensamiento inspirado por el Espíritu, con sorpresa nos veríamos protagonistas en un escenario de libertad.
Si le evitáramos trabas, nos sorprendería vernos actores eficaces, pues tendríamos las manos llenas de pinceles y acuarelas para dar color al mundo y a la vida. Si lo dejáramos actuar a su gusto, desaparecerían tantas huellas de esclavitud y de muerte, pues Él es Señor y Dador de Vida. En fin, si lleváramos una vida movidos por el Espíritu nos conducirían sus inspiraciones, trabajaríamos con sus dones y produciríamos sus frutos.
Ricardo Sada; Consejos para la oración mental
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