Diumenge I d’Advent / B / 2020

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Lectura Espiritu
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El Rosario supone adentrarse en la esfera vital de María, cuyo contenido es Cristo. Ahí lo contemplamos a Él no directamente, como cuando rezamos el Via crucis, sino a través de María, tal como Ella lo veía y sentía, y guardaba en su corazón.

Lo que sucedió en el mundo interior de María en cada misterio de la vida de su Hijo no permanece, gracias al Rosario, en una lejanía sagrada, sino que constituye la forma única, nunca alcanzable pero paradigmática, de lo que debe acontecernos: que el Verbo de Dios hecho hombre sea realizado en nuestra existencia. El Rosario nos hace vivir la vida de Cristo en el alma de María: no se trata, pues, tanto de reflexionar, cuanto de comulgar con la gracia del misterio.

Cuando las palabras se repiten desde lo hondo, con el sentimiento del corazón, se convierten en vehículo con contenido que las sobrepasa, dando libertad al espíritu para vivir una vida nueva y variada, llena de descubrimientos. Surgen así mundos recién inaugurados, acotados por el número de repeticiones y el tema de cada misterio. Es otra vez Unamuno quien vuelve a relatar su experiencia, asentada en su Diario íntimo, publicado años después de su muerte:

“Perdí la fe pensando mucho en el credo y tratando de racionalizar los misterios, de entenderlos de modo racional y más sutil… pensando en el dogma lo deshice, pensando en él lo rehago. Solo que donde hay que pensarlo y vivirlo es en la oración. La oración es la única fuente de la posible comprensión del misterio. ¡El Rosario! ¡El Rosario! ¡Admirable creación! ¡Reza meditando los misterios! No sutilizarlos y escudriñarlos sobre los libros, sino meditarlos de rodillas y rezando; este es el camino”.

Con el Rosario entramos en relación de identidad profunda con la Madre y, a través de Ella, con el Hijo. Lo que llena de sentido nuestro rezo es un proceso incesante de empatía santa, de entrelazamiento entre el Corazón de Ella y el nuestro. Por eso debemos rezarlo con ánimo reposado, creando ámbitos de contemplación, enlazando con óptica precisa cada misterio del Señor. Incluso podríamos afirmar que, si al rezar contemplativamente un misterio del Rosario no logramos experimentar la gracia concreta que contiene ese misterio, es que posiblemente no lo estemos rezando bien.

Ricardo Sada
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