Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.
Lectura Espiritual
LA LLAGA
Sumérgete en el costado abierto del mundo
Esta revelación sucede ocho días después de la anterior, es decir, una vez más el primer día de la semana. Queda así de manifiesto que se trata de una nueva creación, de un nuevo comienzo. Pero hay una diferencia, puesto que en esta ocasión los discípulos estaban reunidos: sólo en comunidad se descubre la vida. No hay luz sin los otros. La reunión es la condición de la aparición.
Pero es una aparición que sucede con las puertas cerradas. Siempre que tenemos miedo, las puertas de nuestro corazón están cerradas. Las cerramos a lo que nos produce pánico o inseguridad; pero, una vez así, también lo están -lo queramos o no- a lo bueno y constructivo. La confianza, por contrapartida, abre las puertas de nuestro corazón. Ésta es la alternativa que, a fin de cuentas, se nos presenta a cada minuto: o vivimos cerrados o abiertos, o confiamos en el mundo y en los otros o tenemos dudas y reservas. O pensamos que este universo es nuestra casa o somos extraños en tierra extranjera. O el sentido o el absurdo, no hay más.
A puertas cerradas indica que es Él quien nos busca, mucho más que nosotros a Él. Alguien entra sin que le hayan abierto. No es un fantasma, pues tiene cuerpo. No es un difunto, sino precisamente alguien muy vivo. Es una presencia real, si bien distinta a cualquier otra. Es más real que los demás. Es la realidad misma.
Pero ¿sucedió esto verdaderamente o es tan sólo una forma de explicarlo?, se preguntan muchos. La resurrección -ésta es parta algunos la cuestión decisiva-, ¿es un mero fenómeno de conciencia de los seguidores de Jesús o acaeció -cómo decirlo- también exactamente, a ojos vista? ¿Es algo que sucedió sólo dentro o también fuera? Todos los que se formulan esta pregunta están claramente fuera. Quienes están dentro (de la vida) saben que el fondo no se separa con tanta facilidad de la forma, sino que se revela (sólo) por su medio. No hay Cristo sin Jesús. En la historia está el germen de lo eterno, y ahora, tras la resurrección, en lo eterno está el germen de la historia. La pascua es el viaje de vuelta de la navidad.
Jesús entró -leemos- y, poniéndose en medio de ellos, les deseo la paz (Lc 24,35-48). Resulta revelador este ponerse en medio. No sólo en el medio físico, sino también y sobre todo en el medio de nuestro corazón. Él es nuestro centro, el factor de la unidad. La comunidad cristiana sólo sobrevive si está centrada en Él. Ésta es la perspectiva desde la que nuestras preocupaciones se relativizan y nuestros miedos se disuelven. Es en nuestro centro donde lo real nos espera. Desde allí gobierna, con infinita comprensión, lo que sucede en las periferias.
Y es capital también su deseo de paz. ¿Qué es lo que quita el miedo? El saludo de Jesús: Paz a vosotros. El saludo de Jesús es nuestra salud. Escuchar Su voz amorosa disipa nuestras temerosas vocecillas, que siempre nos acobardan y empequeñecen. el miedo y la paz no pueden coexistir. Nuestros temores revelan la enfermedad de nuestras almas.
El primer fruto de la consciencia es la paz. Estamos tan poco acostumbrados a esta paz profunda de la que aquí se habla que, cuando nos visita, reaccionamos con miedo y con dudas, el miedo es la resistencia del corazón, y la duda es la de la cabeza. Ambas barreras deben ser sorteadas o derribadas. Para esta demolición hay un doble camino: tocar y mirar, purificar el tacto y la mirada.
Pablo d’Ors, Biografía de la Luz
Per publicar un comentari heu de iniciar sessió.