Lectura Espiritual
Con la Humanidad Santísima de Cristo, Dios se ha puesto a nuestro nivel. Gracias a la Encarnación del Verbo nuestra oración puede discurrir a través de los mil modos de entrar en relación con cualquier otra persona de la tierra. Incluso más, pues ninguna persona de la tierra, aunque sea alguien que nos resulte muy cercana, está siempre presente y accesible para nosotros.
Grandioso don del Padre: tratar con la Santísima Humanidad de Cristo es el camino privilegiado para acoger la persona de un Dios que ha querido eliminar las barreras de lo etéreo, de la entelequia, de la indefinición.
La Santísima Humanidad del Señor posee un singular atractivo para cautivar voluntades y arrebatar corazones. Es la obra del Artista divino tanto en el orden material como en el espiritual. Jesucristo, siendo Dios como el Padre y como el Espíritu Santo, es hombre como cualquiera de nosotros; Dios que ha llegado a ser nuestro hermano, nuestro amigo, el compañero inseparable, el Amado de los corazones. Es Dios maravillosamente puesto a nuestro alcance; Dios revestido de incomparable encanto al representar el culmen de las obras del creador.
De ahí que su Santa Humanidad sea la puerta más a propósito para penetrar en los secretos de la Divinidad, y ofrece a nuestro corazón un irresistible atractivo, y a nuestra voluntad un modelo proporcionado. Jesús es el Salvador a quien todo debemos, nuestra Cabeza que nos comunica la vida, el Camino por el que debemos transitar, el Guía que antecede, el Viático que sostiene nuestras fuerzas, el Término que debemos esperar, el Galardón único al que aspiramos. Alfa y Omega, Principio y Fin, es nuestro todo.
La práctica oracional más recomendada por los maestros espirituales es contemplarlo en los misterios de su Pasión y en su Presencia eucarística. Muchos, sin embargo, prefieren honrar su Sagrado Corazón o algún periodo de su vida, por ejemplo, su Infancia. Lo esencial es tenerlo siempre presente y vivo ante nosotros. Después, que cada uno lo busque como más lo inspire y donde más fácilmente lo encuentre.
Santa Teresa de Lisieux hallaba su contento en no ser sino un pequeño juguete del Niño, «una pelotita de escaso precio que pudiera ser arrojada al suelo, empujar con el pie, arrinconar o bien estrecharla contra su corazón, si tal fuese su gusto». Quería, en una palabra, divertir al Niño y entregarse a sus caprichos infantiles.
Gema Galgani le dice a Jesús que lo quería amar muchísimo, pero encuentra su corazón demasiado pequeño «y no lo sé hacer». Entonces, dice ella, «Jesús se me mostró cubierto de llagas y me dijo: Hija mía, mírame y aprende cómo se ama: ¿no sabes que a mí me ha matado el amor? Mira estas llagas, esta sangre, estos cardenales, esta cruz, todo es obra del amor. Mírame, hija mía, y aprende cómo se ama».
Ricardo Sada; Consejos para la oración mental
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