NADAL / A / 2022

 

Llegir la Paraula de Déu

Llegir el Full Dominical

 

Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

Lectura Espiritual

LA LIMOSNA (Mc 12,42-44)
Poseer te impide ser   
           
                                          

Una pobre viuda es ensalzada por Jesús por no haber echado de lo que le sobra, sino de lo que necesita. Pero también porque lo hace con discreción, sin autobombo. Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda (Mt 6,3) no significa simplemente que no hemos de vanagloriarnos por nuestras buenas obras -cediendo a la vanidad-, sino que… ¡ni siquiera hemos de perder el tiempo en consideraciones sobre nuestro yo! El amor no se piensa, se vive. Dónde hay cálculo mental, es difícil que pueda haber verdadera entrega.

En las cosas verdaderamente hermosas apenas interviene el pensamiento: un buen chapuzón en la piscina, un paseo por las montañas, un encuentro íntimo con el ser amado, una canción improvisada…, ¡tantas cosas! Lo hermoso nunca es fruto de la reflexión y de la voluntad, sino de la gracia. No es el resultado de un esfuerzo, sino un regalo inesperado.

Nada de esto quiere ser una condena implacable al pensamiento en general, sino más bien una advertencia del peligro constante de que el pensamiento lo colonice todo, paralizando en consecuencia todo lo demás. El ego se alimenta de pensamientos. Es seguro que los ricachones que hacían grandes donaciones al templo de Jerusalén pensaban mucho en lo que habían hecho y estaban muy satisfechos consigo mismos.

La aplicación a la práctica contemplativa es inmediata: ¿adoras para hinchar tu autoimagen? Y, el tiempo que ofrecemos a Dios ¿es del que nos sobra, una vez que se hemos puesto al día con las múltiples obligaciones de este mundo, o más bien del que se necesita para vivir? ¿Damos a Dios el tiempo restante o el preferente? Y una última pregunta todavía: ¿Cuánto de mí mismo estoy echando en el arca de las ofrendas, en esta adoración?

Hay que tener los ojos en su sitio para ver en la escasez de las monedas de una vieja la sobreabundancia de un corazón. Hay un misterioso vínculo entre lo pequeño y lo alto (entre el Niño y la estrella, ése es el misterio de Belén). A quien no viva desde lo interior (el núcleo), le resultará muy difícil no dejarse embaucar por la apariencia (la superficie), cayendo en las falsas promesas de lo grande. La experiencia del Padre se traduce en atención a los hijos, el cuidado de lo pequeño es un signo preclaro de la experiencia de Dios. Una de las principales características de una persona espiritual es su capacidad para conmoverse tanto ante la grandiosidad de una noche estrellada, como ante un insecto diminuto que se posa en el pétalo de una flor.

La viuda de este relato nos debería hacer pensar en todas las viudas que han ido apareciendo a lo largo de nuestra vida y que, por una u otra razón, no hemos sido capaces de reconocer. Todas las monedas que hemos despreciado porque eran pocas. Todo lo valioso que hemos desdeñado porque no era grande y resplandeciente. Ver las pobres viudas que sin duda nos rodean es importante para poder llegar a descubrir a la pobre viuda que cada uno en el fondo es. Ver las monedas ajenas debería hacernos pensar en las monedas propias y, sobre todo, en qué arca las estamos echando -si es que las estamos echando en alguna parte y no nos limitamos a acumularlas para quién sabe qué futura e hipotética necesidad-.

El ricachón que se vanagloria de sus abundantes donativos eres tú. Pero también la viuda pobre y generosa eres tú. Las monedas son tus talentos. El arca es la vida. Los fariseos son tu mente, que siempre te aconseja cautela y que te acusa y condena si eres desprendido. Jesús, en fin, es tu conciencia, capaz de ver el corazón de las personas. Nos engañamos al pensar que cuanto más tengamos más podremos dar. Es exactamente al revés: todo lo que tienes es un obstáculo para ser lo que eres. La viuda puede darlo todo precisamente porque tiene poco. Tener no es definitivamente un buen camino para ser.

 Pablo d’Ors, Biografía de la luz