XXVII Domingo tiempo ordinario / A / 2020

Leer la Palabra de Dios

Leer la Hoja Dominical

 


Lectura Espiritu
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 ¿Cómo orar ante la Custodia? La respuesta, como siempre, no es única. Pero podemos deducir algunas consecuencias del signo manifestativo: ahora Jesús está ante nuestra mirada.

Así como la Misa tiene el signo de sacrificio, y así como la comunión tiene signo de alimento (tomad y comed; tomad y bebed: signo que recibe su sentido primario por las palabras de la institución), y así como la Presencia permanente en los Sagrarios tiene el signo de compañía (permanencia que siempre espera  ̶ la actitud de todo verdadero enamorado es esperar ̶ ), la exposición ostensible del Santísimo tiene, precisamente, el signo sensible de ver.

Si la Eucaristía es un signo sensible, y la mirada también es sensible, habrá, pues, la posibilidad de recibir gracia a través de la mirada. Así como recibimos gracias del comer, del acompañar, del participar en el Santo Sacrificio, también recibiremos gracias del ver. Desde la Hostia sale un rato de gracia hasta nuestra retina, y de ahí al corazón.

En un documento enviado al obispo de Lieja  ̶ ciudad de gran tradición eucarística porque ahí nació la solemnidad del Corpus Christi ̶ , san Juan Pablo II escribió que la Hostia expuesta permite encontrarse constantemente con Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre… y experimentar su presencia. Luego el Papa va más allá y asegura que en esos momentos no solo somos nosotros los que lo vemos a Él, sino que le permitimos a Jesús, en esa exposición manifiesta de su sagrada Humanidad, dejarnos observar por Él. Podríamos decir a Jesús: Expuesto en tu manifestación eucarística declaras una precisa voluntad: que te veamos. De este modo quizá acabaremos por comprender que también Tú, desde la blanca Hostia, nos estás mirando.

Cuando Jesús expuesto en la Custodia nos invita: deja que te mire… es porque antes ha supuesto también la actitud nuestra: tú también mírame, y ahí, en el flujo de miradas entre la Hostia y el que la contempla, se producirá un encuentro sencillo pero lleno de gracia. Porque su Mirada es portadora de bienes, con la fuerza verdaderamente increíble del poder de Dios…

El aspecto más sublime de la dignidad del hombre está precisamente en su vocación a establecer una relación con Dios en este profundo intercambio de miradas que transforma la vida. Para ver Jesús lo primero que hace falta es dejarse mirar por Él.

Con la ayuda de la Exposición al Santísimo, llegará a ser para nosotros el tema de la mirada uno de nuestros recursos más frecuentes para orar. Ya hablamos de esto en un capítulo anterior, citando a santa Teresa de Jesús y a santa Teresita. En la Exposición de la Sagrada Forma podemos ofrecer nuestra mirada de amor como respuesta a otra Mirada previa, envolvente. Orar ante el Santísimo expuesto es tomar conciencia de un Dios que vive vuelto hacia nosotros, atento a cada uno, mirándonos.

Ricardo Sada; Consejos para la oración mental