V Domingo de PASQUA / B / 2021

Leer la Palabra de Dios

Leer la Hoja Dominical

 

 

Lectura espiritual

6. LOS PASTORES
El misterio está en lo pequeño

Había unos pastores en la zona que velaban por turnos los rebaños a la intemperie. Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del Señor los cegó de resplandor y ellos se aterrorizaron. El ángel les dijo: no temáis. Mirad, os doy una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. ESTO OS SERVIRÁ DE SEÑAL: ENCONTRARÉIS UN NIÑO envuelto en pañales y acostado en un pesebre. (Lc 2,8-12)

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La verdad viene al mundo, pero no hay sitio para ella en la posada: nadie quiere ver la luz. ¿Por qué? Es una cuestión espiritual: lo mundano no es sin más compatible con lo divino.

Donde hay riqueza material (la posada), no hay sitio para la riqueza espiritual (el niño). Sólo los pastores pueden recibir, los ricos tienen las manos demasiado llenas. Los bienes materiales nos van dando seguridad ficticia y endureciendo el corazón. Y un corazón duro no es capaz de oír que están llamando a su puerta.

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El misterio del nacimiento es el que abre la puerta de todo lo demás; puerta por la que se invita a pasar a todos aquellos que quieran emprender un camino espiritual.

La realidad es toda ella misteriosa, te invito a que la reconozcas y agradezcas. El ser humano está hecho para ese reconocimiento y ese agradecimiento. Ese reconocimiento y ese agradecimiento es lo que se llama adoración.

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María tuvo que sentir algo parecido a lo que siente cualquier hombre o cualquier mujer que estrena su paternidad o maternidad. ¡Esto es un regalo, esto es increíble, esto es algo milagroso! Tuvo que exclamar. Pero hay obras humanas que no parecen obras de manos humanas. Hay en ellas un plus de misterio y de gracia, algo inaprensible que las hace maravillosas y únicas.

¿Cómo entenderlas? ¿No es estúpido querer entenderlas? ¿No es más sensato ponerse de rodillas y empezar a adorar, es decir, a reconocer y a venerar el misterio?

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Todo lo real debe ser adorado, es decir, respetado como misterio. Respetar significa que no se pretende comprender, y mucho menos utilizar o sacar provecho de ello. Esto es, o debería ser, la religión: una escuela de respeto y de amor a lo que hay.

En el cristianismo no se relata todo esto con grandes discursos persuasivos, sino poniendo ante nosotros, en un humilde portal, a un niño. Ése es el signo.

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No puede ser casual que fuera la gente más inculta y analfabeta de aquella época los que primero vieran la gloria. Un corazón sencillo vale más para la vida que todas las explicaciones juntas. A Dios hay que buscarle y reconocerle en lo más cotidiano. Mirad al niño -dice cada página del evangelio-, entrad en el misterio de lo ordinario, que siempre es pequeño.

Nuestra naturaleza original suele estar demasiado oculta tras la máscara de la apariencia social. Aquí, sin embargo, en los pastores ante el niño, hay un reconocimiento claro: esto es lo que estaba buscando, aquí está la vida que puede darme vida.

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Los mago llegan bastante más tarde que los pastores: la mente llega siempre después que el corazón. Si llega antes, el corazón corre el riesgo de no llegar.

Lo importante es aquí que tanto los pensamientos (los magos) como los sentimientos (los pastores) palidecen y se postran ante la vida. Un pastor y un sabio pueden ser realmente lo que son si se inclinan y reconocen el potencial de lo pequeño. Ese niño a quien pastores y magos adoran simboliza el universo entero, que está ahí para ser admirado y cuidado por la mente y el cuerpo. Para ser amado.

(Inspirado en el libro: Biografía de la luz, De Pablo d’Ors)