II Domingo de CUARESMA / B / 2021

Leer la Palabra de Dios

Leer la Hoja  Dominical

 


Lectura Espiritu
al

Tú, cuando quieras orar, métete en tu cuarto, cierra la puerta y ora (Mt 6,6).

Uno de los principales retos para orar bien es el recogimiento. Hemos olvidado con demasiada facilidad que el verdadero bien no está fuera, sino dentro de nosotros mismos. El recogimiento es puerta angosta, por la cual solo Dios cabe, y nuestra ánima, que se trabaja de entrar con Él sola… El principio de todos los males es la distracción y derramamiento del corazón… (Osuna).

Hoy en día se padece una especie de frenesí de la información, de la comunicación, de la inclusión en el espacio informático. Con tal reiteración distractora, ¿Podremos reconocer la sutil presencia de Aquel que, en el silencio y en lo profundo, nos aguarda para encontrarnos y conversar?

 No es fácil. Según santo Tomás, el vicio de la curiositas (deseo desordenado o vano de saber, así como también “inquietud errante del espíritu”), viene a radicarse como uno de los principales enemigos de la fe.

San Juan de la Cruz aseguraba que “grande sabiduría es saber callar y no mirar dichos ni hechos ni vidas ajenas”. Santa Faustina Kowalska decía que “si las almas quisieran vivir en el recogimiento, Dios les hablaría enseguida, ya que la distracción sofoca la voz de Dios”. Y añadía: “No busco la felicidad fuera de mi interior donde mora Dios. Gozo de Dios en mi interior, aquí vivo continuamente con Él, aquí existe mi relación más íntima con Él, aquí vivo segura, aquí no llega la mirada humana”.

El hombre se siente molesto en la exigente quietud de la oración y escapa de ella. El hombre escapa siempre del aquí, al que es llamado y en donde únicamente está su puesto. Si realmente deseamos orar, hemos de apartarnos de todo y hacernos presentes ante Dios. Entonces se nos podrá aplicar lo de san Pablo: vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3,1).

La palabra recogimiento etimológicamente significa aunarse, es decir, hacerse uno, alcanzar la unidad interior. En oposición a la dispersión, la palabra recogimiento indica de modo intuitivo que el hombre ha recogido -¡en penoso trabajo!- los pensamientos, por doquier esparcidos, y ha preparado así, para la oración, un estado de espíritu unificado; un estado de espíritu desde el que -como Samuel cuando fue llamado- pueda decir: Aquí estoy.

Una mirada a nuestra vida muestra su poca unidad. Cuando logramos el recogimiento, nos hacemos presentes a nosotros mismos en la intimidad de nuestro espíritu, y superamos al mismo tiempo las opresiones y obsesiones interiores. Nos elevamos, haciéndonos más libres, más trasparentes. La atención interior permite asumir en su verdad los objetos exteriores, y se esclarecen los ojos de nuestro espíritu para mirar recta y claramente. Se nos hace posible entonces el auténtico encuentro con las cosas, con las personas y con Dios. La quintaesencia de la vida interior es la atención, la concentración, el aunarse.

Se trata de que cada uno esté en lo que debe -que esté realmente dirigido al Señor- y evite todo lo demás. “la dispersión es el mal; la concentración el bien”.

Es también la experiencia universal de quienes están enamorados. La atención es, en última instancia, una cuestión de amor, porque es siempre un regalo. De nada se priva quien, por amor, se priva de todo lo que no es su amor.

Ricardo Sada; Consejos para la oración mental